Bibliotecas, ateneos, cafés y locales sindicales, lugares que
los trabajadores crearon con sus manos para su propio uso, por fuera de
las horas del taller o la fábrica, por fuera de la lógica del trabajo y
la ganancia. Espacios abiertos por los pobres para formarse entre pares,
no sólo adquiriendo saberes negados a su clase, sino creando otra
cultura, otra forma de relacionarse, otros afectos, otro arte.
Lugares para la propaganda, la conspiración y la acción, para prepararse para el enfrentamiento y la batalla.
Hoy, como ayer, los que nos reconocemos enfrentados a este sistema devastador y autoritario seguimos la tarea de crear, cuidar y dar vida a diversos espacios propios. Hoy que el Estado pretende apropiarse de la vida social, con miles de tentáculos, ONGs, centros barriales, espacios culturales, etc. Hoy que la tecnología mantiene una ficción de comunicación sin límites y el conocimiento parece estar al alcance de cualquiera. Hoy que el trabajador ha probado las delicias del consumo y el entretenimiento.
Quienes reconocemos que no todo es como parece y que detrás de los logros de la tecnología a la Tierra la vamos pudriendo. Y que mientras el trabajador se entretiene, el político, el patrón y el sindicalista van decidiendo su futuro. Y que mientras todos estamos “comunicados”, todos desconfiamos de todos. Y que la libertad va quedando enterrada entre los pedidos de seguridad.
En los tiempos violentos del capital, donde la consigna es explotación, miseria y represión. Donde las soluciones dicen los poderosos: son más cárceles, policías, grilletes electrónicos. En donde la solidaridad es organizada y vendida por financieras como ropa de moda.
La libertad es elegir en cuántas cuotas pagás lo último que te compraste. El amor es legislado y la Tierra asesinada en pos del progreso, siniestra bota que todo lo aplasta. Es frente a este panorama que nacen iniciativas de resistencia y confrontación. Espacios vivos y vivaces, como la Biblioteca Anarquista del Cerro, que desde hace siete años vive y lucha. Otros más jóvenes, como La Solidaria, creciendo y confrontando en un fogoso y contagioso andar. Y otros naciendo como el Espacio Autónomo Cúlmine, en las cercanas tierras de Neptunia, semilla que va brotando y deseando ser una herramienta más para la construcción de un nuevo mundo, de otras maneras de ser y hacer. En donde la solidaridad sea palabra y acción, donde las relaciones de poder y autoritarismo no tengan lugar.
Hoy, como ayer, los que nos reconocemos enfrentados a este sistema devastador y autoritario seguimos la tarea de crear, cuidar y dar vida a diversos espacios propios. Hoy que el Estado pretende apropiarse de la vida social, con miles de tentáculos, ONGs, centros barriales, espacios culturales, etc. Hoy que la tecnología mantiene una ficción de comunicación sin límites y el conocimiento parece estar al alcance de cualquiera. Hoy que el trabajador ha probado las delicias del consumo y el entretenimiento.
Quienes reconocemos que no todo es como parece y que detrás de los logros de la tecnología a la Tierra la vamos pudriendo. Y que mientras el trabajador se entretiene, el político, el patrón y el sindicalista van decidiendo su futuro. Y que mientras todos estamos “comunicados”, todos desconfiamos de todos. Y que la libertad va quedando enterrada entre los pedidos de seguridad.
En los tiempos violentos del capital, donde la consigna es explotación, miseria y represión. Donde las soluciones dicen los poderosos: son más cárceles, policías, grilletes electrónicos. En donde la solidaridad es organizada y vendida por financieras como ropa de moda.
La libertad es elegir en cuántas cuotas pagás lo último que te compraste. El amor es legislado y la Tierra asesinada en pos del progreso, siniestra bota que todo lo aplasta. Es frente a este panorama que nacen iniciativas de resistencia y confrontación. Espacios vivos y vivaces, como la Biblioteca Anarquista del Cerro, que desde hace siete años vive y lucha. Otros más jóvenes, como La Solidaria, creciendo y confrontando en un fogoso y contagioso andar. Y otros naciendo como el Espacio Autónomo Cúlmine, en las cercanas tierras de Neptunia, semilla que va brotando y deseando ser una herramienta más para la construcción de un nuevo mundo, de otras maneras de ser y hacer. En donde la solidaridad sea palabra y acción, donde las relaciones de poder y autoritarismo no tengan lugar.
¡Por tierra y libertad!
¡Salud!
¡Salud!