Que a muchos los límites de lo posible les parezcan estar
dentro de lo estatal, o sea, que el Estado se les presente como a lo que
más se puede aspirar. Un Estado un poquito mejor, dentro del
capitalismo, un poco más “humano”, un poco menos malo, no es casual o
una circunstancia del destino. Los que detentan hoy el poder han
trabajado mucho, sus antecesores han trabajado mucho y aún les cuesta
muchísimo la manutención de la vida convertida en un producto de
supermercado.
“Se han perdido los valores” suspiran casi humillados y tristes los
que sueñan casi con no soñar más. Pero esto no es cierto, lo que pasó es
que han triunfado ciertos valores, eso sí. Se imponen valores que
convenientemente impulsan los acomodados del capital. No es nuevo, no
hay nada nuevo en los valores que imperan en nuestro territorio
infelizmente ocupado por el Estado uruguayo.
Son los valores de los mismos explotadores que se impusieron con
fuerza luego de la dictadura cívico-militar y que querrían anular hasta
la historia misma de la resistencia de siglos. La antigua y la del
pasado reciente.
Aquellos que desobedecieron a los dirigentes sindicales y salieron a resistir a los milícos bien lo saben. Nuestro presente es el legado de esa imposición.
Es el triunfo y potenciación de los mismos valores que tanto resistieron aquellos inmigrantes que despreciaban la patria y que trajeron el grito de libertad, de acción directa y de solidaridad entre los que padecen al Estado.
El grito que antes enorgullecía, todo aquello de no ser botón, buchón o carnero, la dignidad de pelear por uno mismo y los otros dominados.
Sus valores son los que se han impuesto, no definitivamente, claro, no para siempre. Y ellos, los dominadores, los viejos explotadores capitalistas y los hijos bastardos de la madre patria también lo tienen bien claro. Que el capitalismo sea la meta, lo único posible, que la democracia es el límite a lo que se puede aspirar es una idea que se necesita imponer, grabar en toda cabecita. Los valores y los criterios con que se dice hoy: “esto esta bien, esto está mal” son los mismos que combatían ya algunos de nuestros abuelos. Su idea de que la democracia liberal o la democracia progre es lo máximo aspirable, lo único racionalmente aspirable muestra su cobardía y su incapacidad no sólo de hacer sino hasta de soñar.
Muchos suelen olvidarse de donde vienen, el olvido parece lavar su conciencia y darles “felicidad”. Olvidan su barrio, los que ahí se han quedado, los que enganchados a la política de exterminio de la pasta base no hicieron más que hundirse en el mar del capitalismo. Otros no tienen nada que olvidar, siempre han sabido de que lado estaban y la mierda del mundo les parece normal. Nosotros sabemos de donde venimos, no olvidamos a los nuestros, trabajando para otros, postergando sus sueños para poder comer, postergando sus vidas para el consumo. No olvidamos quiénes somos en lo que queremos. Sabiendo lo que somos y en dónde estamos parados es que sabemos porqué hay gente durmiendo en la calle aunque se la quiera ocultar de la vista a los turistas habiendo tantas casas vacías, porqué hay gente que come de la basura habiendo tanta comida y porqué el agua de los ríos esta colapsando y la tierra llenándose de contaminantes.
Sus valores triunfaron, los valores del dinero están fuertes. Son esos del que cada uno mira su ombligo y usa el olvido o el miedo para no tener que responder. ¿Acaso puede haberse olvidado Ana Olivera que compraba bombachas en Ocho de Octubre cuando con beneplácito los alcahuetes de la intendencia reprimían a la gente que vende en la calle? ¿Se olvidaron otros que iban al Chuy cuando salen a defender a los empresarios y comerciantes?
El olvido, su olvido es en verdad su forma de elegir. Son lo que eligen, explotadores, políticos, policías, buchones, espías y vigías del capital.
Nosotros no somos una pacífica corriente de opinión, no estamos para aconsejar ni clarificarle la vida a nadie. No vendemos una verdad o varias, no tenemos nada que ver con el mercado. Resistimos porque es el Estado, el capital el que nos ataca, el que no nos deja vivir. Es el Estado con sus defensores el que impulsa la muerte de la naturaleza en pos de sus ganancias convirtiéndonos en mercancía. Es él el que nos ataca, nosotros somos y seremos su pesadilla.
Somos una fuerza que no precisa ni quiere refugio en el olvido. Nos sentimos orgullosos de la explosión que en Haymarket volaba por los aires a un guardián de la ley cuando se había declarado que ya no se trabajaría más de ocho horas, allá por 1886. Nos sentimos orgullosos de los sabotajes, de los boicots, de los enfrentamientos para derribar el mundo de la explotación que jamás se detuvieron porque siempre nuevas personas retomaron la lucha para una libertad sin restricciones. Nos sentimos orgullosos de Nicolás Neira, anarquista muerto también un primero de mayo en Colombia mostrando la dignidad de la resistencia cuando un carabinero lo mató. Nos sentimos orgullosos de Zoe, compa de Francia que en los albores de otro primero de mayo caía preparando la resistencia al Estado. Las heridas de su compañero son nuestras heridas también, la sombra de tantos y tantos compañeros que están presos hoy también nos tapa a nosotros el sol.
Los anarquistas somos una fuerza que no olvida pero que sobre todo no vive en el pasado. Somos una fuerza que combate hoy al restablecido régimen estatal de Egipto, demostrando que se puede siempre ir más allá y la insurrección no esta condenada a convertirse en un sistema más fuerte de miseria. Somos una fuerza que soporta hoy orgullosamente los ataques de la democrato-fascista Grecia, dejando caídos, presos y fugados pero llenando de esperanzas a la vieja Europa. Y somos los que también en América, desde el norte al sur nos enfrentamos a los proyectos de un capitalismo saqueador custodiado acá por la izquierda. Nuestros compañeros están presos en Chile, en Brasil, en Argentina y no por mendigar nada, sino por ser libres, por saber decir no y fortalecer con sus actos las formas y prácticas de un nuevo mundo.
Somos, lo seremos siempre, una tensión permanente contra todo tipo de poder, venimos de las revueltas de siempre y vamos a las que vienen orgullosos de no negociar nada y quererlo todo.
Acá, nuestro deseo de libertad se traduce en la resistencia a un modelo político-económico-militar que busca reestructurar el negocio capitalista.
Un modelo que incluye militarización, logística para el traslado de los grandes recursos naturales y una profundización de la imaginería patriótica y nacionalista de unión entre dominados y dominadores. Nuestras fuerzas se oponen a la reestructuración policial-carcelaria de control que está implementando el Estado progresista. Tenemos que ser un pared, una firme pared donde vayan a chocar todos sus proyectos de esclavitud. Nuestras prácticas son ya la concreción del futuro que queremos, nuestra proyección tiende hacia la libertad peleando terreno por terreno.
Anarquistas, rebeldes, antiautoritarios, librepensadores, gente podrida de a dominación y que no quieren a su vez dominar a nadie: nuestra vida tiene que ser recuperada, nuestro tiempo y espacio tiene que ser recuperado, la vida en libertad exige pelea.
¡Queremos todo, no negociamos nada!
¡Viva la anarquía!
Aquellos que desobedecieron a los dirigentes sindicales y salieron a resistir a los milícos bien lo saben. Nuestro presente es el legado de esa imposición.
Es el triunfo y potenciación de los mismos valores que tanto resistieron aquellos inmigrantes que despreciaban la patria y que trajeron el grito de libertad, de acción directa y de solidaridad entre los que padecen al Estado.
El grito que antes enorgullecía, todo aquello de no ser botón, buchón o carnero, la dignidad de pelear por uno mismo y los otros dominados.
Sus valores son los que se han impuesto, no definitivamente, claro, no para siempre. Y ellos, los dominadores, los viejos explotadores capitalistas y los hijos bastardos de la madre patria también lo tienen bien claro. Que el capitalismo sea la meta, lo único posible, que la democracia es el límite a lo que se puede aspirar es una idea que se necesita imponer, grabar en toda cabecita. Los valores y los criterios con que se dice hoy: “esto esta bien, esto está mal” son los mismos que combatían ya algunos de nuestros abuelos. Su idea de que la democracia liberal o la democracia progre es lo máximo aspirable, lo único racionalmente aspirable muestra su cobardía y su incapacidad no sólo de hacer sino hasta de soñar.
Muchos suelen olvidarse de donde vienen, el olvido parece lavar su conciencia y darles “felicidad”. Olvidan su barrio, los que ahí se han quedado, los que enganchados a la política de exterminio de la pasta base no hicieron más que hundirse en el mar del capitalismo. Otros no tienen nada que olvidar, siempre han sabido de que lado estaban y la mierda del mundo les parece normal. Nosotros sabemos de donde venimos, no olvidamos a los nuestros, trabajando para otros, postergando sus sueños para poder comer, postergando sus vidas para el consumo. No olvidamos quiénes somos en lo que queremos. Sabiendo lo que somos y en dónde estamos parados es que sabemos porqué hay gente durmiendo en la calle aunque se la quiera ocultar de la vista a los turistas habiendo tantas casas vacías, porqué hay gente que come de la basura habiendo tanta comida y porqué el agua de los ríos esta colapsando y la tierra llenándose de contaminantes.
Sus valores triunfaron, los valores del dinero están fuertes. Son esos del que cada uno mira su ombligo y usa el olvido o el miedo para no tener que responder. ¿Acaso puede haberse olvidado Ana Olivera que compraba bombachas en Ocho de Octubre cuando con beneplácito los alcahuetes de la intendencia reprimían a la gente que vende en la calle? ¿Se olvidaron otros que iban al Chuy cuando salen a defender a los empresarios y comerciantes?
El olvido, su olvido es en verdad su forma de elegir. Son lo que eligen, explotadores, políticos, policías, buchones, espías y vigías del capital.
Nosotros no somos una pacífica corriente de opinión, no estamos para aconsejar ni clarificarle la vida a nadie. No vendemos una verdad o varias, no tenemos nada que ver con el mercado. Resistimos porque es el Estado, el capital el que nos ataca, el que no nos deja vivir. Es el Estado con sus defensores el que impulsa la muerte de la naturaleza en pos de sus ganancias convirtiéndonos en mercancía. Es él el que nos ataca, nosotros somos y seremos su pesadilla.
Somos una fuerza que no precisa ni quiere refugio en el olvido. Nos sentimos orgullosos de la explosión que en Haymarket volaba por los aires a un guardián de la ley cuando se había declarado que ya no se trabajaría más de ocho horas, allá por 1886. Nos sentimos orgullosos de los sabotajes, de los boicots, de los enfrentamientos para derribar el mundo de la explotación que jamás se detuvieron porque siempre nuevas personas retomaron la lucha para una libertad sin restricciones. Nos sentimos orgullosos de Nicolás Neira, anarquista muerto también un primero de mayo en Colombia mostrando la dignidad de la resistencia cuando un carabinero lo mató. Nos sentimos orgullosos de Zoe, compa de Francia que en los albores de otro primero de mayo caía preparando la resistencia al Estado. Las heridas de su compañero son nuestras heridas también, la sombra de tantos y tantos compañeros que están presos hoy también nos tapa a nosotros el sol.
Los anarquistas somos una fuerza que no olvida pero que sobre todo no vive en el pasado. Somos una fuerza que combate hoy al restablecido régimen estatal de Egipto, demostrando que se puede siempre ir más allá y la insurrección no esta condenada a convertirse en un sistema más fuerte de miseria. Somos una fuerza que soporta hoy orgullosamente los ataques de la democrato-fascista Grecia, dejando caídos, presos y fugados pero llenando de esperanzas a la vieja Europa. Y somos los que también en América, desde el norte al sur nos enfrentamos a los proyectos de un capitalismo saqueador custodiado acá por la izquierda. Nuestros compañeros están presos en Chile, en Brasil, en Argentina y no por mendigar nada, sino por ser libres, por saber decir no y fortalecer con sus actos las formas y prácticas de un nuevo mundo.
Somos, lo seremos siempre, una tensión permanente contra todo tipo de poder, venimos de las revueltas de siempre y vamos a las que vienen orgullosos de no negociar nada y quererlo todo.
Acá, nuestro deseo de libertad se traduce en la resistencia a un modelo político-económico-militar que busca reestructurar el negocio capitalista.
Un modelo que incluye militarización, logística para el traslado de los grandes recursos naturales y una profundización de la imaginería patriótica y nacionalista de unión entre dominados y dominadores. Nuestras fuerzas se oponen a la reestructuración policial-carcelaria de control que está implementando el Estado progresista. Tenemos que ser un pared, una firme pared donde vayan a chocar todos sus proyectos de esclavitud. Nuestras prácticas son ya la concreción del futuro que queremos, nuestra proyección tiende hacia la libertad peleando terreno por terreno.
Anarquistas, rebeldes, antiautoritarios, librepensadores, gente podrida de a dominación y que no quieren a su vez dominar a nadie: nuestra vida tiene que ser recuperada, nuestro tiempo y espacio tiene que ser recuperado, la vida en libertad exige pelea.
¡Queremos todo, no negociamos nada!
¡Viva la anarquía!