lunes, 27 de mayo de 2013

Editorial del Anarquía nº22

Una llovizna tenue pero continua es aveces el presagio del desencadenamiento de una tormenta sorprendente, de una tormenta que lo remueve todo. Muchos de nuestros lectores, amigos, compañeros y viejos conocidos en el enfrentamiento social saben que nosotros, anárquicos convencidos, hemos pintado siempre la revolución social, las insurrecciones como tormentas. A muchos confunde el supuesto gusto por ese levantamiento motor de la naturaleza donde nada es seguro. Esa gran aventura en la cual la vida se convierte. Y son tiempos de eso, no de transformaciones gigantes que estén golpeando a la puerta sino de golpes e inestabilidad donde se precisa de nuestros buenos muros, de todas nuestras mejores habilidades, de nuestros corazones alerta. Varias son las ráfagas de viento que vienen a golpear nuestros ranchos donde muchas chapas están aún atadas con alambre. Pero nuestras ideas, los cuerpos de nuestros compañeros, nuestras cosas han aguantado embates más duros antes y lo harán ahora. Son las grandes tempestades las que han formado nuestros caracteres y son esos momentos en donde también se ve la pasta de la gente. A nada de eso tememos. Nuestro rumbo está marcado y es el de la búsqueda de la libertad, nada pueden contra eso los fanáticos de la explotación y el dominio. La comprensión, el mutuo apoyo y la rebelde sangre son nuestros métodos y no pueden ser detenidos. A mil golpes hemos salido mil veces más fuertes, siempre.
  Comenzamos este periódico así, ante las amenazas del poder. Ante los intentos de generar terror en nuestras casas de parte de los guardianes del orden. Ante los intentos de someter a los proyectos verdaderamente autónomos. Y no sólo los anarquistas estamos en la mira del Estado, somos parte de un todo que intenta ser moldeado, que quiere el capital adormecer o domesticar y que cuando no lo logra busca pasar a la intimidación. Poca cosa hace el ministerio del interior al advertir por ahí de su “mano dura”. Las transformaciones, las revueltas son la consecuencia de un orden injusto que intenta arrebatar la vida, el tiempo y el espacio a las personas. Ante eso no puede el animal humano no morder. Cuando cualquier anarquista habla de justicia se refiere a la restitución frente a un desequilibrio, a la dominación y no a charlatanerías sobre derechos que los poderes reconocen, sacan u otorgan según conveniencia. Uno de los “derechos humanos” por los cuales vela el Estado es el de la propiedad privada. Instaura en la vida del hombre el robo mismo y lo llama: derecho.
  Este nuevo número viene cargado entonces de la fuerza que da el estar peleando, el buscar, el intentar. Y cuando uno pelea, busca e intenta, hay consecuencias. Los centros sociales son atacados, las marchas amenazadas, los compañeros vigilados y seguro las fuerzas del capital van por más. ¿Y por qué todo esto? Por pelear, por dar vida a la revuelta hecha carne, por materializar las ideas. La izquierda desesperada ve que se le viene todo abajo, su posibilidad de seguir en el poder, claro, que es lo único que le importa. El triste juego del poder involucra que en tiempos de reajuste capitalista como este al que llaman crisis para escapar de las responsabilidades las clavijas sean ajustadas. Ahí es que entran los proyectos que vienen dándole dolores de cabeza a la idea de la democracia liberal como única posibilidad cuerda. Los proyectos que demuestran la inutilidad de los jefes, la necesidad y posibilidad de la autoorganización y la energía surgida de la empatía entre aquellos que abren los rumbos de la vida libre.
  Este periódico está ahí, es parte de todo eso, de una lucha no por el poder sino por acabar con el poder. No es un soporte teórico, es un experimentar más, un pensar más y un abrir más las posibilidades de nuestro desarrollo integral. Es parte de la lucha contra los megaproyectos del capital, es una crítica permanente contra toda cárcel, jaula, encierro. Es además, parte de la potenciación de la solidaridad, de aquella mirada cómplice con los atacados por el poder, con los que lo padecen, con los que van alegres disfrutando de todas las libertades que ganan en la calle y que el mundo actual les intenta negar. Somos orgullosamente parte del movimiento anarquista, de todos los antiautoritarios, de los que no se callan, de lo rebeldes, los solidarios, de los que tienen el corazón suficiente para tenderle la mano al compañero y el coraje suficiente para cerrarle el puño al enemigo.
  Hoy más que nunca, seguiremos con los proyectos y puños en alto. Hoy más que nunca sabemos lo que queremos, lo decimos y lo hemos dicho siempre de forma fuerte y clara. Contra el capital, contra el Estado, contra toda autoridad, contra el cinísmo que pretende imponer la idea de que hay que rendirse y no pelear por un mundo nuevo. Contra el mundo de los que miran para otro lado cuando ven la gente revolviendo la basura y se repiten: “es normal, no se puede cambiar”, por la única vida que vale la pena, la libre. ¡Viva la anarquía!
La red-acción.