sábado, 31 de mayo de 2014

A 200 años del nacimiento de Mijail Bakunin

                
VI EPOCA – junio 2014 – Nº 47

Edita el taller anarquista – talleruy@gmail.com



Recibimos y reenviamos

Ponencia de Gerardo Garay Montaner el 29 de mayo en  la Mesa Redonda: 200 años de Bakunin. Historia y actualidad del anarquismo revolucionario, realizada en la Facultad de Psicologia de la Udelar.


Gerardo Garay Montaner

Los textos de Bakunin poseen un valor inestimable, su carácter genitivo radica en la posibilidad de propiciar y generar reflexión, su vitalidad se encuentra más en lo que sugiere, en lo que inspira que en lo que prescribe. Esto se debe a que sus escritos son producto del contacto directo con la realidad. Porque existe mucha distancia entre un texto que busca responder, dar cuenta, interpretar o rebelarse ante una experiencia vital y otro que busca rivalizar con un escrito que es producto de la experiencia que otros tuvieron de ella.
 Por esto, hay que retomar su pensamiento pero no para "actualizarlo", sino para profundizarlo, llevarlo a sus últimas consecuencias, provocarlo, es decir, hacer algocon él y no hacer algo por él. Nos compete intensificar la labor crítica y no simplificarla, evitar caer en lugares comunes, evitar fabricar enemigos teóricos, imaginarios, que no son más que caricaturas fácilmente criticables.
 Por otra parte, la obra de Bakunin es producto de un contexto de organización de un socialismo de base que utilizó categorías claras, pero muchas veces reductivas, explicables en un contexto de lucha; un pensamiento que reflejó una actitud "contra el Estado y los patrones", es interesante notar que aunque estas categorías se han complejizado enormemente, siguen manteniendo en sus principios, intuiciones fundamentales que es necesario seguir pensando.
 Una de ellas es la insistencia en mostrar el invencible deseo humano de aspiración a una libertad total: existe para Bakunin un "ideal fundamentalmente humano" un "fin supremo de la historia", que es posible reconocer, bajo formas medianamente manifiestas, en los instintos, en las aspiraciones populares y bajo los símbolos religiosos de todas las épocas. Ese fin y ese ideal, hoy mejor concebidos que nunca, pueden resumirse en estas palabras: es el triunfo de la humanidad, es la conquista y la realización de la plena libertad y del pleno desarrollo material, intelectual y moral de cada uno mediante la organización absolutamente espontánea y libre de la solidaridad económica y social, tan completa como sea posible, entre todos los seres humanos existentes en la tierra".
 La complejización en la producción de bienes materiales, la intromisión de las nuevas tecnologías de la comunicación, etc. han cambiado muchas cosas, pero los seres humanos seguimos tendiendo a realizar esta aspiración de libertad. ¿Cómo se expresa hoy este deseo de realización de plena libertad humana? Es la primera pregunta que dejo planteada.
 Para alcanzar este ideal, “todo hombre ha de disponer de los medios materiales y morales para desarrollar toda su humanidad (...) Organizar la sociedad de tal manera que cualquier individuo, hombre o mujer, que llegue a la vida, encuentre tan cerca de sí como sea posible, medios iguales para el desarrollo de sus diferentes facultades y para su utilización mediante su trabajo”;
 Ahora bien, no es posible disponer de estos medios a través de la mediación del Estado, en primer lugar porque el Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada, en un momento fue la clase sacerdotal, dice Bakunin, la clase nobiliaria más tarde, clase burguesa después, y cuando todas ellas agotaron sus posibilidades, en el momento en que el Estado se "eleva" o se “rebaja” –según se mire- a la condición de "máquina", la clase burocrática emerge como la sustitución más acabada de la jerarquización de las relaciones políticas y sociales.
En segundo término porque toda teoría consecuente y sincera del Estado, afirma Bakunin, está esencialmente basada en el principio de autoridad, es decir, “en la idea eminentemente teológica, metafísica y política de que las masas, siempre incapaces de gobernarse, deben sufrir en todos los tiempos el yugo bienhechor de una sabiduría y de una justicia que de una u otra manera les será impuesto desde las alturas".
Esto se expresa en la educación a través de una práctica, muy querida por quienes ocupan espacios de decisión política: cuando se pide "más instrucción para el pueblo", sólo se obtiene "un poco más de lo poco de ahora",  ante esto Bakunin reacciona afirmando tajantemente: “pedimos para el pueblo instrucción integral, toda la instrucción, tan completa como la requiere la fuerza intelectual del siglo, a fin de que por encima de la clase obrera no haya de ahora en adelante ninguna clase que pueda saber más y que precisamente por ello pueda explotarla y dominarla".
 Frente al argumento, muy escuchado también en nuestros días, de que el desarrollo económico y social ha redundado en una mejor calidad de vida para los sectores más vulnerables y una mejora en la acumulación intelectual de los trabajadores, Bakunin advierte que lo que debería tenerse en cuenta es si, la brecha ente sectores privilegiados y clase trabajadora se ha acortado a través del tiempo. Podemos constatar dice Bakunin, que las clases privilegiadas mantienen aún hoy un movimiento de aceleración que las distancia y las diferencia cada vez más del resto de la sociedad; lo interesante es que, en su opinión, esto no se debe a una fuerza propia, inherente a ella, sino que es debido únicamente a la "fuerza del Estado". ¿Y qué es lo que constituye principalmente la fuerza del Estado? "La Ciencia", responde; "ciencia de gobierno", "ciencia de la administración", "ciencia de los negocios", "ciencia militar", ciencia de los profesionales, podríamos agregar, ciencia de la Universidad, ciencia de enseñar y educar a los hijos de los trabajadores.
 Da un paso más aún y afirma que "en la organización actual de la sociedad, los progresos de la ciencia han sido la causa de la ignorancia relativa del proletariado, al igual que los procesos de la industria y del comercio han sido la causa de su miseria relativa, los progresos intelectuales y materiales han contribuido, pues, a aumentar su esclavitud".
Para Bakunin: “debemos rechazar y combatir esta ciencia burguesa, lo mismo que debemos rechazar y combatir la riqueza burguesa". Pero, ¿qué implica hoy este rechazo y este combate? Si asumimos la exigencia de Bakunin de que la instrucción debe ser integral, es decir que "debe preparar a los niños de ambos sexos tanto para la vida intelectual como para la del trabajo, con el fin de que todos puedan llegar a ser hombres completos",  no deberíamos desentendernos tan fácilmente de la educación pública estatal; en primer lugar porque la creación de escuelas alternativas no ha sido una tarea fácil, tenemos experiencia acumulada al respecto, las escuelas modernas en el Uruguay y en la región no han durado mucho, y no precisamente por la persecución estatal. La "Escuela integral" de Montevideo, por ejemplo, institución patrocinada por la "Liga Popular para la educación racional de la infancia" duró un año y medio y cerró sus puertas por "falta de ambiente", como se decía en la época, se culpabilizó a los trabajadores por no poner en primer lugar la educación de sus hijos. En lo concreto, la falta de alumnos se expresó en las pocas ganas de pagar una educación privada, teniendo la posibilidad de enviarlos a la educación pública, laica, patriotera y jerárquica, es cierto, pero en la que el factor de integración social, posiblemente haya sido más fuerte que la identidad ideológica.
La cuestión es vieja, es cierto, y podría sintetizarse de este modo: ¿hay que pelear espacios de libertad dentro de la estructura estatal? (lo que no implica no hacer nada al margen y en oposición al estado). Si la respuesta es “si” ¿no habrá que volcar las energías a otras actividades, valorar la participación en otros espacios que no sean únicamente los que brinda la actividad gremial?
Es importante ocupar los espacios más sensibles a esta labor educativa de base; no aquellos espacios en los que la lógica de poder reproduce y sanciona una educación para los sectores privilegiados y una educación para los pobres. Pero sí los innumerables lugares en los que se pueda curvar la práctica de “un poco más de educación para los pobres” por la de “toda la educación posible para los hijos de los trabajadores”, y una educación que ayude a desarrollar esta vocación fundamental de máxima realización humana.
Pero cuidado: si bien es cierto que en este momento estoy convencido de que hay que nutrirse del néctar de todas las flores para elaborar la miel, quiero decir que deben florecer todas las expresiones anarquistas y libertarias posibles y no sentarnos a juzgarlas según un sello de ortodoxia anarquista, creo también que es necesario tener instancias de coordinación cada vez más potentes y de evaluación constante de nuestras prácticas, someter a crítica por ejemplo cuánto hay en nuestras prácticas de ese misticismo revolucionario tan cercano a Bakunin y si es conveniente en nuestras tareas, someter a crítica el misticismo de la violencia, el que aboga por la destrucción total como condición necesaria para la reconstrucción total, y preguntarnos si no estamos matando también gérmenes de vida y libertad, en experiencias siempre complejas y que mejor convendría apoyarlas, y ayudarlas a que se desarrollen y desenvuelvan en sentido libertario.