Dossier - Bill McKibben, Naomí Klein, John Sauven ....
13/4/2014-
La fracturación hidráulica esta modificando el mapa energético internacional, con consecuencias imprevistas medioambientales y geopolíticas, como he sido testigos en el conflicto por Ucrania entre la UE y Rusia. Estados Unidos ha reducido drásticamente sus importaciones de gas natural y se prepara para ser un exportador neto de energía en esta década. El dossier que ha preparado nuestro compañero Lucas Antón consta de tres artículos:
1)" The Frackers , un relato unilateral del nuevo auge energético ", de Bill McKibben;
2) "Por qué se relamen con Ucrania las empresas norteamericanas de fracturación hidráulica ", de Naomi Klein;
3) "La fracturación hidráulica no quebrará nuestra dependencia de las importaciones de gas ruso", de John Sauven - The Frackers , un relato unilateral del nuevo auge energético- Reseña del libro de Gregory Zuckerman, The Frackers
- The Outrageous Inside Story of the New Billionaire Wildcatters
(Portfolio/Penguin, 2013, 404 páginas).
2) "Por qué se relamen con Ucrania las empresas norteamericanas de fracturación hidráulica ", de Naomi Klein;
3) "La fracturación hidráulica no quebrará nuestra dependencia de las importaciones de gas ruso", de John Sauven - The Frackers , un relato unilateral del nuevo auge energético- Reseña del libro de Gregory Zuckerman, The Frackers
- The Outrageous Inside Story of the New Billionaire Wildcatters
(Portfolio/Penguin, 2013, 404 páginas).
La fracturación hidráulica a gran escala puede llegar pronto a California, a medida que los hombres del petroleo convergen sobre el Esquisto de Monterrey, una formación que podría albergar petróleo por valor de 15.000 millones de barriles. A 100 dólares el barril, eso supone...muchísimo dinero.
El dinero es el verdadero tema del libro de Gregory Zuckerman, The Frackers: The Outrageous Inside Story of the New Billionaire Wildcatters [ Los fracturadores: la historia secreta de los nuevos prospectores multimillonarios ], lo que no resulta sorprendente, teniendo en cuenta que escribió el premiado The Greatest Trade Ever , un relato de cómo John Paulson vio venir el inminente derrumbe inmobiliario e hizo millones gracias a ello.
En este caso, traza el perfil de media docena de hombres que descubrieron colectivamente algo más sorprendente: que había mucho petróleo y gas bajo suelo norteamericano y que la nueva tecnología ofrecía una forma de acceder a ello. ! Zuckerman describe adecuadamente la tecnología, aunque parece que ha pasado poco tiempo sobre el terreno observando perforaciones.
Tal como nos muestra, hizo falta una serie de invenciones para encontrar el nuevo filón: la perforación horizontal y la capacidad cada vez más controlada de fracturar la roca en la profundidad del subsuelo con agua a alta presión y elementos químicos. Pero conforme los buscadores de los que tan cariñosamente hace Zuckerman la crónica descubrían estas técnicas, el pozo surtidor de gas y petróleo comenzaba a reconfigurar Norteamérica: ya hemos sobrepasado a Rusia y Arabia Saudí como mayores productores mundiales. ! Se trata de una historia bien contada en el típico idioma coloquial americano.
No hay aquí gigantescas corporaciones (las principales empresas de petróleo y gas se concentraron principalmente en el exterior, convencidas de que los EE. UU. eran una cáscara agotada); por el contrario, hombres como George Mitchell o Harold Hamm empezaron desde la pobreza.
Hamm era hijo de un aparecero que recogía algodón, el padre de Mitchell hasta le superó en esto: era "pastor de cabras en un polvoriento villorrio montañoso del sur de Grecia" cuya herencia era un "cuarto de acre de tierra lejos de cualquier fuente de agua".
Se hicieron multimillonarios apoyándose en apuestas fuertes, astutas estimaciones y bastante suerte. Todos ellos sufrieron reveses y estuvieron cerca de la bancarrota, pero finalmente su valor fue recompensado. Si les gusta esta clase de cosas, es un libro que mola, y de hecho, es un alivio que te hablen acerca de hombres de negocios norteamericanos que en realidad hacen algo que no sea desarrollar nuevos derivados financieros o inventor nuevas aplicaciones para el iPhone.
El problema es que la fracturación hidráulica y el auge que ha desencadenado es probable que tengan a largo plazo consecuencias desastrosas para el planeta, un asunto que Zuckerman apenas reconoce.
Aunque la sobrecubierta del libro promete contar la historia de la "la airada oposición desatada por esta revolución" y "examinar en qué medida es verdaderamente peligrosa la fracturación", las consecuencias en el mundo real se tratan — literalmente — en un epílogo de seis páginas y media titulado "Tensiones medioambientales". No se acerca siquiera a abordar la gravedad del tema.
Los problemas de la fractura hidráulica han impulsado un movimiento ciudadano lo bastante grande como para que se prohiba en muchos países y se extienda una moratoria a dicha tecnología en Nueva York. Hay excelentes relatos de los riachuelos echados a perder y las comunidades divididas que ha dejado a su paso la fracturación hidráulica, sobre todo en Pensilvania.
Pero apenas sí parece que Zuckerman haya visitado los territories que describe, y está dispuesto a dejar de lado la mayoría de las reservas con una o dos frases. Llega a escribir que los seismos causados por la fracturación no son "enormes".
Las preguntas más importantes guardan relación con el cambio climático, sin embargo. Una nueva fuente de gas y petróleo es probablemente lo último que necesita el planeta ahora mismo, pues tal como han concluido nuevos estudios del Banco Mundial y la Agencia Internacional de la Energía el pasado, tenemos que dejar dos tercios de los hidrocarburos que ya hemos descubierto en el suelo si queremos mantener a raya un cambio climático catastrófico.
Hay quien ha argumentado que el gas natural producto de reciente fracturación substituirá al carbón, y de este modo rebajará las emisiones de carbono. Pero, tal como reconoce escuetamente Zuckerman, los hallazgos de nuevo combustible fósil están socavando el cambio a tecnologías verdaderamente verdes como la solar y la eólica.
Es en estas décadas cuando los científicos nos están diciendo que tener que ir abandonando los hidrocarburos; todo depósito de nuevo acceso nos aleja aun más de ese futuro día. ! La riqueza que crea para unos cuantos multimillonarios — y la inyección de energía a la economía del país — debe juzgarse en contraposición al caos que causarán las temperaturas del calentamiento a medida que vaya pasando el siglo, y los milenios.
Es Todd Mitchell, hijo de uno de los pioneros de la tecnología, el que resume la auténtica verdad del auge de la fracturación hidráulica: "Creo que quedará claro en unos decenios o más que extraer hidrocarburos de apretadas formaciones de esquisto reventará todas las anteriores suposiciones sobre la disponibilidad y economía del desarrollo del petróleo y gas", le dijo a Zuckerman. "Lo que es más difícil de comprender es en qué medida es eso una cosa buena".
Bill McKibben , es un conocido medioambientalista estadounidense, especialmente respetado por sus escritos sobre el cambio climático y fundador de la organización
350.org . Actualmente es «Schumann Distinguished Scholar» en el Middlebury College, en Vermont. ! Los Angeles Times, 21 de noviembre de 2013
350.org . Actualmente es «Schumann Distinguished Scholar» en el Middlebury College, en Vermont. ! Los Angeles Times, 21 de noviembre de 2013
2 Por qué se relamen con Ucrania las empresas norteamericanas de fracturación hidráulica
La manera de vencer a Vladimir Putin consiste en inundar el mercado europeo de gas natural norteamericano procedente de la fracturación hidráulica, o eso es lo que el sector quería hacernos creer.
Como parte del recrudecimiento de la histeria antirrusa, se han presentado dos proyectos de ley en el Congreso norteamericano – uno en la Cámara de Representantes ( H.R. 6 ), otro en el Senado ( S. 2083 ) – que intentan acelerar las exportaciones de gas natural licuado (GNL), todo en nombre de la ayuda a Europa para que se destete de los combustibles fósiles de Putin y se acreciente la seguridad nacional norteamericana.
Según Cory Gardner, el congresista republicano que introdujo el proyecto de ley en la Cámara, "oponerse a esta legislación es como colgar una llamada de emergencia de nuestros amigos y aliados".
Y eso podría ser cierto, siempre y cuando tus amigos y aliados trabajen en Chevron y Shell, y la urgencia consista en la necesidad de mantener los beneficios al alza en medio de un menguante suministro de petróleo y gas convencionales.
Para que funcione este ardid, es importante no fijarse demasiado en los detalles. Lo mismo que en el hecho de que buena parte del gas no llegará a Europa, pues lo que el proyecto de ley permite es que el gas se venda en el mercado mundial a cualquier país que pertenezca a la Organización Mundial del Comercio.
O el hecho de que durante años el sector ha estado vendiendo el mensaje de que los norteamericanos deben aceptar los riesgos para su tierra, agua y aire que se derivan de la fracturación hidráulica con el fin de ayudar a que su país consiga la "independencia energética". Y ahora, repentina y solapadamente, la finalidad se ha desplazado a la "seguridad energética", lo que aparentemente significamente una sobreabundancia de gas de fracturación en el mercado mundial, creando así formas de dependencia energética en el exterior.
Y por encima de todo, es importante no darse cuenta de que levantar la infraestructura necesaria para exportar gas a esta escala llevaría muchos años para conseguir los permisos y la construcción: una sola terminal de GNL puede llevar una etiqueta con un precio de 7.000 millones de dólares, se ha de alimentar con una malla ingente y entrelazada de tuberías y estaciones de compresión, y exige su propia central energética sólo para poder generar la energía suficiente a fin de licuar el gas por medio de subenfriamiento.
Para cuando estos enormes proyectos industriales estén listos para su funcionamiento, puede que Alemania y Rusia se hayan hecho rápidamente amigas. Pero para entonces pocos recordarán que la crisis de Crimea fue la excusa a la que recurrió el sector del gas para hacer realidad sus sueños de exportación de toda la vida, sin que importaran las consecuencias que conllevase para las comunidades que sufren la fracturación o que se ase el planeta. ! A este truco de explotar la crisis en favor del beneficio privado lo llamo la doctrina del "shock", y no muestra signos de remitir.
Todos sabemos cómo funciona la doctrina del "shock": en los tiempos de crisis, sea verdadera o fabricada, nuestras élites son capaces de meter a presión medidas políticas impopulares en detrimento de la mayoría so capa de emergencia.
Cierto que hay objeciones, de los científicos del clima que avisan de la potente capacidad de calentamiento del metano, o las comunidades locales que no quieren estos puertos de exportación de alto riesgo en sus amadas costas.
Pero, ¿quién tiene tiempo para debatir? ¡Es una emergencia! ¡Una llamada al teléfono de urgencias! Primero que se aprueben las leyes, y luego ya hablaremos. ! Hay muchos sectores que saben jugar bien a esta estratagema, pero ninguno más versado en ello que el sector global del gas cuando se trata de explotar las propiedades de la crisis a la hora de bloquear la racionalidad.
En los últimos cuatro años, el grupo de presión del gas ha recurrido a la crisis económica en Europa para decirle a países como Grecia que la forma de salir de la deuda y la desesperación es abrir sus hermosos y frágiles mares a la perforación. Y ha empleado argumentos semejantes para racionalizar la fracturación en América del Norte y el Reino Unido.
Ahora la crisis du jour es el conflicto de Ucrania, que se usa como ariete para derribar sensatas restricciones a las exportaciones de gas natural y hacer presión mediante un controvertido acuerdo de libre comercio con Europa. Es todo un acuerdo: más economías contaminantes de grandes empresas de libre comercio y más gases de los que retienen calor contaminando la atmósfera, todo como respuesta a una crisis energética que es en buena medida pura fabricación. ! Con este telón de fondo, vale la pena recordar – ironía de ironías – que la crisis que el sector del gas natural ha sido más experto en explotar es el cambio climático mismo.
3 - No importa que la singular solución del sector a la crisis del clima consista en ampliar espectacularmente un proceso de extracción de fracturación hidráulica que libere a la atmósfera cantidades masivas de un metano que desestabilice el clima.
El metano es uno de los gases de invernadero más potentes, 34 veces más poderoso a la hora de retener calor que el dióxido de carbono, de acuerdo con las últimas estimaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Y eso en un periodo de cien años, con el poder del metano menguando con el tiempo. ! Bastante más pertinente, arguye Robert Howart, bioquímico de la Universidad de Cornell, uno de los mayores especialistas en emisiones de metano, resulta examinar las repercusiones en un lapso de 15 a 20 años, cuando el metano tenga un potencial de calentamiento global que será asombrosamente de 86 a 100 veces mayor que el del dióxido de carbono.
"En esta franja de tiempo es cuando nos arriesgamos a quedar encerrados en un calentamiento muy rápido", afirmó el miércoles.
Y recordemos: no se construyen infraestructuras de miles de millones de dólares a menos que se planee utilizarlas durante al menos 40 años. Así que estamos respondiendo a la crisis de un planeta como el nuestro que se calienta construyendo una red de hornos atmosféricos ultrapoderosos. ¿Es que estamos locos? ! Ahora que sabemos cuánto metano se libera en realidad a causa de la perforación y la fracturación hidráulica y toda su tecnología auxiliar.
Aun cuando el sector del gas natural se jacta de sus emisiones de dióxido de carbono "¡más bajas que las del carbón", nunca ha medido de manera sistemática sus fugas de metano, que se lleva el aire en cada etapa de extracción, procesamiento y distribución del gas, del entubado de los pozos y las válvulas del condensador a las tuberías agrietadas bajo los vecindarios de Harlem.
La misma industria del gas salió en 1981 con el ingenioso cuento de que el gas natural suponía un "puente" a un futuro energético limpio. De eso hace 33 años. Un puente largo. Y cuya otra orilla está todavía por ver. ! Ya en 1988 – el año en que el climatólogo James Hansen alertó al Congreso, prestando un testimonio histórico, sobre el problema urgente del calentamiento global – la American Gas Association comenzó a encuadrar explícitamente su producción como respuesta al "efecto invernadero". No perdió tiempo, dicho de otro modo, en venderse como solución a la crisis global que había ayudado a crear.
La utilización de la crisis de Ucrania por parte del sector para ampliar su mercado global so capa de la "seguridad energértica" debe contemplarse en el contexto de este oportunismo de la crisis. Sólo que esta vez muchos de nosotros sabemos dónde reside la verdadera seguridad energética.
Gracias a la labor de investigadores de primera como Mark Jacobson y su equipo de Stanford, sabemos que el mundo puede alimentarse enteramente con renovables. Y gracias a los últimos y alarmantes informes del IPCC, sabemos que obrar así es hoy un imperativo existencial. ! Esta es la infraestructura que tenemos que apresurarnos a levantar, y no proyectos industriales masivos que nos encerrarán en una dependencia aun mayor de peligrosos combustibles fósiles durante decenios futuros.
Sí, estos combustibles se necesitan todavía durante la transición, pero hay energías convencionales más que suficientes a mano para que podemos recorrerela: sucísimos métodos de extracción como las arenas alquitranadas y la fractura hidráulica simplemente no son necesarios.
Tal como dijo Jacobson en una entrevista de esta misma semana: "No nos hacen falta combustibles anticonvencionales para producir la infraestructura con la que reconvertir a energía renovable eólica, hidráulica y solar a todos los efectos. Podemos atenernos a la infraestructura existente, además de la nueva infraestructura [de generación renovable] para que proporcione la energía precisa para producir el resto de la infraestructura limpia que nos hará falta...El petróleo y el gas convencionales son mucho más que suficientes". ! Teniendo esto en cuenta, les toca a los europeos convertir su deseo de emancipación del gas ruso en una exigencia de transición acelerada a las renovables.
Esa transición – a la que los países europeos se han comprometido de acuerdo con el protocolo de Kyoto – puede quedar fácilmente saboteada si el mercado se ve invadido de combustibles fósiles baratos producto de la fracturación del lecho de roca norteamericano.
Y desde luego, Americans Against Fracking , que dirige la embestida contra la aceleración de las exportaciones de GNL, trabaja estrechamente con sus colegas europeos para impedir que esto suceda. Responder a la amenaza de un calentamiento catastrófico es nuestro más apremiante imperativo energético. Y es que, básicamente, no podemos permitirnos que nos distraiga la última estratagema de mercadotecnia del sector del gas natural impulsada por la crisis. ! Naomi Klein es autora de La doctrina del shock y No Logo , está trabajando en un libro y una película sobre el poder revolucionario del cambio climático. ! The Guardian, 10 de abril de 2014
4
La fracturación hidráulica no quebrará nuestra dependencia de las importaciones de gas ruso ! ! A medida que se han intensificado las tensiones con Rusia, los ministros del gobierno [británico] y los comentaristas conservadores han intentado capitalizar cada vez más la crisis para vender la fracturación hidráulica al electorado.
El fin de semana pasado, el ministro de Energía conservador, Michael Fallon, afirmó que el Reino Unido debería reducir su dependencia de las importaciones de gas poniendo en práctica la fracturación hidráulica en busca de gas de esquisto en el Reino Unido.
El ministro de Exteriores, William Hague, escribió en The Daily Telegraph que nos hace falta "desarrollar un aprovisionamiento energético propiamente europeo...como el del gas de esquisto", mientras que hay comentaristas, Matt Ridley [miembro conservador de la Cámara de los Lores] entre ellos, que han mantenido que si no fuera por "los verdes que llevan traje, en lugar de caftán", ya podríamos tener a punto todo un sector de fracturación hidráulica.
La desfachatez de estos intentos de conseguir apoyos para un sector de fracturación hidráulica cada vez más impopular es asombrosa. Se trata de la misma gente que defendía la construcción de hasta 40 centrales energérticas de gas, lo que nos habría hecho aun más dependientes del gas importado. La crisis de Crimea debería ser un catalizador para repensar si la "carrera por el gas" del gobierno es la política energética más sabia para un país con menguantes recursos en el Mar del Norte.
Pero en lugar de reconocer que deberíamos estar reduciendo nuestra dependencia del gas, sus postuladores pefieren culpara a los grupos verdes que llevan décadas apoyando reducir la dependencia de fuentes de energía finitas. ! Las afirmaciones de que la fracturación hidráulica ofrece una panacea a la dependencia del gas ruso ni siquiera se sostienen. Un estudio del sector del petróleo y gas de la consultoría Pöyry llegó a la conclusión de que el aprovisionamiento europeo no estaría operativo a pleno rendimiento por lo menos en una década. El estudio muestra también que mientras que la dependencia de la UE de las importaciones de gas podría reducirse hasta en un 18%, dependiendo del éxito de la extracción del gas de esquisto de la UE, sería en realidad el suministro de gas de Qatar el que se vería desplazado por el gas de esquisto. Un suministro que Fallon considera "seguro".
Ni siquiera el auge del gas de esquisto tendría impacto alguno sobre las importaciones rusas hasta bien entrada la próxima década, momento en el que la demanda de gas debería ir cayendo bruscamente en la UE a medida que los esfuerzos por limitar el cambio climático fueran dando fruto. ! Son, de hecho, nuestros esfuerzos por abordar el cambio climático los que han de reducir el quedar tan expuestos a las importaciones de energía. La UE ha establecido un objetivo de reducción de emisiones del 80% al 95% para 2050.
En el Reino Unido, los asesores independientes del gobierno sobre el clima han sugerido que será neceario eliminar el gas del sector energético en las próximas décadas. Si embargo, el gobierno, incluyendo al ministro de Energía, se opone a medidas que podrían convertir esta ambición en realidad bloqueando los objetivos vinculantes de la UE, tanto para las renovables conmo para la eficiencia energética. La evaluación de la Comisión Europea de las repercusiones de estos objetivos concluyó que podrían reducir las importaciones energéticas netas en más de la mitad para 2050.
Negarse a apoyar medidas políticas que suponen una significativa aportación tanto para abordar el cambio climático como para conseguir seguridad energética, por favorecer la fracturación hidráulica, resulta irresponsable en extremo.
Si bien puede que a Ridley y Fallon les guste presentarse como hombres racionales con soluciones pragmáticas, la verdad es que nadie sabe siquiera si valdrá la pena económicamente extraer las reservas de gas de esquisto del Reino Unido, y no digamos ya si son lo bastante significativas como para reducir nuestra dependencia de las importaciones de gas.
Entretanto, una auténtica fuente de gas propio que podría ser ya operariva – el bio-gas a partir de residuos – se ve obstaculizada por variaciones frecuentes y aparentemente arbitrarias en el grado de apoyo que recibe para su desarrollo. ! Lo que sabemos de cierto es que usar menos de algo significa no depender tanto de ello. Sin embargo, los esfuerzos del gobierno para garantizar que el Reino Unido utilice su gas mucho más eficientemente han supuesto un miserable fracaso: en enero hubo tan solo 33 inscripciones en su programa estrella de Green Deal [Acuerdo Verde].
Mientras tanto, el desmantelamiento sistemático por parte de la coalición de la confianza de los inversores en el sector de las renovables ha ido reteniendo miles de millones de libras de inversiones en las mismas fuentes energéticas que no exigen combustible importado: el viento, las mareas y el sol.
Los mismos políticos que durante años han dejado alegremente que miles de millones de libras esterlinas de los costes de importar energía fluyeran tranquilamente a los bolsillos de oligarcas de países como Rusia y Qatar se quejan hoy de la dependencia del gas importado.
Lo único que han demostrado es que deberíamos buscar en otro lado nuestra política energética.
John Sauven (1954) es desde 2008 director para el Reino Unido de Greenpeace, organización en la que lleva trabajando desde 1991. Ayudó a concebir la campaña "Greenfreeze", cuya tecnología utiliza hoy la industria global de refrigeración El año pasado dirigió la campaña mundial para detener la plantación de soja en los bosques tropicales amazónicos, que ha llevado a una moratoria a la deforestación por parte de algunas grandes multinacionales como Cargill.
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The Guardian, 25 de marzo de 2014
Selección y traducción para www.sinpermiso.info - Lucas Antón