En los últimos días la sociedad uruguaya se ve sacudida por distintos hechos de violencia registrados en imágenes ampliamente difundidas por los medios de comunicación.
Esto no pasa desapercibido y ni lenta ni tonta la derecha se sube al carro de la “seguridad” y larga su convocatoria de “indignados” contra la violencia.
El resto de la sociedad permanece quieta, congelada, inmovilizada y una vez más prefiere, elige el camino de pedir mano dura y hasta pena de muerte para combatir a la delincuencia. Una vez más se mira al costado, porque esta sociedad que tenemos no quiere mirar de frente una realidad que le concierne directamente y que ya sea por negación o por omisión está contribuyendo a su agravamiento.
Lo que todos tenemos es la responsabilidad de analizar para entender y luego para actuar, porque ya estamos en un proceso en el que sólo se vislumbra el fortalecimiento de los más oscuros propósitos fascistas de sectores conservadores, y también por parte del pueblo mismo .
No debería ser un secreto para nadie que la pobreza nunca se paró de crecer en Uruguay; de que las sucesivas crisis han ido hundiendo a muchas personas que no recuperan su situación anterior y que permanecen luego invisibilizadas al resto, como si no existieran.
Decir que todo empieza o se empeora con el gobierno de Batlle es de fácil a miope o hipócrita.
La pobreza es una construcción del modelo capitalista de la sociedad y la marginalidad es ya el fondo de una pobreza que se pierde en el tiempo histórico.
El modelo capitalista también ha sufrido un proceso de lumpenización y paulatinamente hemos asistido a la eliminación de la cultura, del arte, del pensamiento como referentes, como valores. Esto fue sustituido por una nivelación de la sociedad hacia la mediocridad; y así se nos vino la cultura del” todo vale”.
Vivimos familiarizados con la corrupción, con la impunidad y eso son los valores o no valores de la sociedad actual; ¿entonces de que se sorprenden ahora?
La clase política toda, estrecha filas a la hora de blanquear a cualquier miembro de ella, cualquiera sea el partido que se vea involucrado en hechos de corrupción.
Desde ese lugar, desde la cúspide del poder se está enviando un mensaje al resto del pueblo y es que incurrir en actos delictivos es algo institucionalizado, normalizado incluso.
Por acá pasó una dictadura cívico militar que torturó, violó, y asesinó a luchadores sociales y hasta hoy el terrorismo de estado no ha sido condenado y las fuerzas represivas no han sido desmanteladas; ¿entonces ahora de que se asustan?
¿Pueden responder derechistas y progresistas , si sólo con políticas asistencialistas se arregla la problemática social? ¿Que responden de un modelo de sociedad que consagra la mentira, la impunidad, que es en sí una máquina trituradora de seres humanos? ¿Que se dice del amor, de la solidaridad, cuando el mensaje que se envía es el “de tanto tenés tanto vales”?
Lo de hoy es un resultado, una consecuencia amasada en generaciones de abandono.
Las únicas y desesperadas soluciones que se pretenden dar son más cárceles, es también la habilitación a condenar a niños y a matar.
Pero, ¿en que cabeza puede caber todo esto? ¿Acaso no saben que en los países en donde existe pena de muerte y cárceles repletas no solo los delitos no han diminuido si no que se han visto agravados?
Pero también hablemos un poco de las utopías, de lo sueños que han sido arrebatados por un sistema políticamente correcto y pragmático, ¿que modelo tenemos para trasmitir valores o a que revolución hemos faltado?
En estas cosas son las que en cierto momento deberá pensar lo que quede con un poco de conciencia y sensibilidad en nuestra sociedad.
¿Cuanta gente está dispuesta de sacar un pie del sistema y consagrar al menos dos horas diarias a creaciones de espacios de autonomía en donde seamos productores de nuestra propia cultura y nuestros valores? Pensamos que sin estas construcciones dentro de las cuales se vaya procesando una verdadera revolución cultural, no será posible pensar en ningún tipo de sociedad de resistencia y por consecuencia de cambios.
Por supuesto que esto tampoco traería una solución inmediata a la problemática social, pero ello permitiría pensar mejor en un horizonte de cambios, pero de cambios radicales, que no pasen por ninguna estructura de estado ni cualquier otra que la reproduzca, si no que emerja desde las bases más concientes de la sociedad.
Luna
15 05 2012