domingo, 12 de octubre de 2014

Siglo y medio de anarquismo. (extracto)

Osvaldo Escribano



Anarquismo, definición y antecedentes
Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que el espíritu anarquista es natural en el ser humano desde su aparición en la tierra como especie diferenciada.
Su significado más remoto está referido a la oposición individuo-grupo autoridad, en donde se entremezclan una serie de valores que indican la necesidad de una comprensión, no siempre aprobatoria, del juego de los factores anteriormente señalados. Efectivamente, la pareja individuo-grupo o individuo-comunidad, es siempre aceptada por todos sus integrantes como una necesidad inevitable aunque se cuestionen con mayor o menor intensidad algunos de sus presupuestos básicos. Pero es precisamente de esta relación, de donde emerge un tercer componente que genera diversos grados de resistencia.
Si aceptamos que el ser humano es producto de una evolución que lo acerca cada vez más a grados superiores en su conformación, también aceptaremos que en su pasado se presentaron formas organizativas rudimentarias con referencia a las del presente y mucho más deficientes si la comparamos con las de un futuro previsible, o como muchos gustan decir, con las de un futurible. Es cierto que en todo el período transitado por la historia conocida, han existido etapas en las que las organizaciones sociales aparecen con un grado de perfección tal que nos hace poner en duda los criterios evolucionistas a los que hacemos referencia, ya que, comparadas con muchas formas actuales, presentan claras ventajas. Basta con hacer referencia a la democracia griega, a la islandesa o al proceso suizo. Sin embargo, la perfección de estas ínsulas históricas, además de tener esta característica, es una verdad relativa ya que, o se manifestaron solamente en una determinada clase social, como en la ciudad de Atenas de la Grecia antigua, o se desarrollaron en poblaciones minúsculas, sin mayor contacto con el mundo circundante, como en Islandia o Suiza.
Decíamos anteriormente que de la relación individuo-comunidad, emerge un tercer componente que es la autoridad. No es intención, ni tampoco el lugar de estos apuntes, analizar con extensión, ni siquiera someramente, el desarrollo de la sociedad en la historia, aunque si puede ser importante, para comprender mejor este proceso, remitir al lector a determinadas obras claves.
Entre ellas, podemos apuntar las siguientes: «La Revolución» de Gustav Landauer, «El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado», de Friedrich Engels, «Qué sucedió en la historia», de V. Gordon Childe o «El proceso civilizatorio: de la revolución agrícola a la termonuclear», de Darcy Ribeiro.
Lo importante en función de nuestro tema específico, es conceptuar el espíritu anarquista -no el anarquismo sistemático- en relación dialéctica con el significado de autoridad en el decurso histórico. Esto quiere decir, en otras palabras, que el espíritu anarquista fue evolucionando a través de las distintas épocas, interrelacionándose con las distintas manifestaciones de la autoridad jerárquica dominadora y con la evolución de las fuerzas productivas, hasta configurar el anarquismo que conocemos en la actualidad con toda su heterogeneidad.
Es indudable que la doctrina anarquista de los grandes pensadores de esta corriente, fundamentalmente en el siglo XIX, para poder fructificar en sus más importantes concepciones, necesitaba del marco propicio que le brindó la revolución industrial y el sistema capitalista de producción por ella entronizado.
De acuerdo a esto, no es posible pensar que el ideario anarquista, tal cual hoy lo conocemos, pueda haber hecho su aparición en los imperios teocráticos de la Edad de Bronce, en las civilizaciones griegas o romanas, en la Edad Media o en la Edad Moderna. Sin embargo, muchos autores encuentran antecedentes de ese pensamiento en casi todas esas etapas de la historia. Incluso en las tribus «primitivas» que se iniciaban en el cultivo del suelo donde se supone, que por asegurar la herencia, tiene su origen el patriarcado. Por nuestra parte pensamos que es natural que así sea, porque en todas las épocas en que la autoridad se corporizó, encontró resistencias, unas veces veladas y otras manifiestas, en individuos o grupos de pensamiento independiente y esta oposición pone en descubierto una de las imperfecciones fundamentales de la sociedad.
En concordancia con las ideas desarrolladas a través de todas las épocas, no es imposible concebir sociedades sin la presencia de gobiernos, pero también es difícil de aceptar que éstos realmente velen por el bienestar general sin hacer diferencias en favor de algún sector. Por eso, como dice Max Nettlau en «La anarquía a través de los tiempos»:
«Una historia de la idea anarquista es inseparable de la historia de todos los desarrollos progresivos y de las aspiraciones hacia la libertad, ambiente propicio en que nació esta comprensión de vida libre propia de los anarquistas y garantizable sólo por una ruptura completa de los lazos autoritarios, siempre que al mismo tiempo los sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, generosidad, etc.) estén bien desarrollados y tengan expresión libre».
No es nuestro propósito realizar un análisis exhaustivo de la historia del anarquismo, pero sí el de señalar algunos de sus principales hitos a través de todos los tiempos conocidos, los que pueden ser tomados como fehacientes antecedentes de esta doctrina.
En primer lugar, es necesario referirnos a Zenón de Citio (365 - 264 A.C.) fundador de la escuela estoica. Estos filósofos creían en una razón que era el sustento de la armonía del hombre consigo mismo y con la naturaleza.
El cosmos estaba constituido por un orden divino que se manifiesta en la materia inerte. Los estoicos en su concepción de la divinidad alcanzan un auténtico panteísmo. La ley está fundada en la razón divina, lo que anticipa por esta escuela la formulación del derecho natural. Para los estoicos la ley es universal y comprende, en consecuencia, a toda la comunidad humana quien actúa exclusivamente de acuerdo a su sentido del deber, impuesto por la ley natural. Esta concepción representa indudablemente una aspiración de libertad frente a toda autoridad, ya que las acciones están reservadas exclusivamente a los individuos, y entre éstos serán los más sabios quienes comprendan y se conformen al orden universal. Y de acuerdo a ese orden universal, en el que se inserta la comunidad humana como totalidad, el hombre sabio se convierte en un ser cosmopolita, es decir, y de acuerdo a la terminología actual, en un ciudadano del mundo.
El espíritu anarquista también se manifestó en formaciones religiosas con connotaciones milenaristas que preconizaban una relación directa con Dios, sin mediación de ninguna especie y como consecuencia, rechazaban cualquier autoridad.
Los movimientos independientes y campesinos, como los levellers y los diggers que en la revolución inglesa y durante la lucha entre la monarquía y el parlamento, que si bien tuvieron una actuación extraparlamentaria se inclinaban por el segundo de los poderes, son antecedentes del anarquismo.
Pero sobre todo los diggers, ya que los levellerss hacían hincapié fundamentalmente en el sufragio y la soberanía popular, en tanto que los primeros preconizaban un comunismo rudimentario y la radicación de la soberanía en las comunidades, eliminando el elemento más importante de desigualdad, la propiedad. Ver: http://www.nodo50.org/arevolucionaria/masarticulos/abril2004/revolucioninglesa6.htm
Sin embargo, es en el siglo xviii cuando se sientan las bases con mayor solidez del futuro anarquismo sistemático. El racionalismo imperante unido a la crítica del poder absoluto y la limitación de toda autoridad en la sociedad a través de la división de poderes y el principio de soberanía popular, son algunos de los elementos que apuntalan esta afirmación. Es sobre todo en la obra del genial, pero también contradictorio Jean J. Rousseau, donde se manifiestan algunos gérmenes libertarios que, sin embargo, no alcanzan una definición clara al enredarse muchos de sus conceptos en oposiciones que desembocan en un círculo cerrado. Uno de los ejemplos que vale la pena mencionar es el hecho de que, a pesar de que la mujer era considerada por él inferior al varón y reducida en una parte secundaria en su instrucción, sus obras, principalmente el «Emilio» o la «Nueva Eloisa», son tomadas como guías por algunas mujeres que, –según Eliseo Reclus– «...sobre todo por mediación de Rousseau: había mujeres que tomaron ardientemente en la propaganda de las ideas nuevas contra el mundo antiguo de la autoridad clerical y monárquica ...se asociaron a la obra de liberación intelectual, interviniendo para socorrer a los escritores pobres, para dar un asilo a los perseguidos... impidiendo el funcionamiento de la autoridad, ridiculizada a los ojos mismos de los que la ejercían. Cada salón se rebelaba contra el altar y contra el trono». El Hombre y la Tierra Tomo IV Pub. De La Escuela Moderna Barcelona 1908, pag.598
Esta rebeldía no pasaba de allí y es natural que así fuera, ya que las condiciones generales no posibilitaban la formulación de un pensamiento completo sobre el tema en cuestión. Esto también pudo quedar claro en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789), en la que sólo se hacia referencia al hombre como varón. Olimpia de Gouges (1748- 1793), tomando como base la declaración de 1789, publicó en septiembre de 1791 su brillante y radical alegato en favor de las reivindicaciones femeninas, la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, donde denunciaba los principios patriarcales que dieron origen a la primera declaración, lo que, en 1793, le costó ser guillotinada.
A pesar de ésto, Rousseau puede ser considerado un pensador avanzado, ya que sin tener mayores elementos a su alcance y en un siglo donde una burguesía ascendente introduce principios que en esa época eran prácticamente indiscutibles y que aún hoy, para muchos importantes y variados sectores, son insospechables de necesitar una reformulación, anticipa críticas a la autoridad, a la diferencia entre pobres y ricos y a la inviabilidad del concepto de representación popular. Pero se contradice, en alguna medida, con su concepto de voluntad general, determinado por el anhelo utópico que expresa del modo siguiente:
«Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado, y por virtud de la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes» (Contrato Social Libro I, Cap.VI).
Es evidente que Rousseau veía el problema con más alcance que sus contemporáneos, pero no resolvía la contradicción entre «los bienes de cada asociado» y ser tan «libre como antes», a la que los anarquistas le dieron solución con su propósito de abolir la propiedad privada, una de las principales fuentes de autoridad.
Las contradicciones rousseaunianas se manifestaron en el campo práctico durante el proceso de la Revolución Francesa, en donde aparecieron diversos grupos que cuestionaron el orden liberal burgués que se perfilaba a partir de 1789. Entre ellos estaban los enragés (violentos), liderados por Jacques Roux y el sector de Babeuf, quien dirige la Conspiración de los Iguales y preconiza un verdadero comunismo, el que, sin embargo, no logra consenso en razón de la mayoría burguesa de la revolución y los escasos y mal organizados sectores proletarios, quienes, por otra parte, no tenían en esa época una definida conciencia de clase. Contemporáneo al ginebrino un intelectual no tan conocido llamado Morelly escribe en su «Código de la Naturaleza» lo que podría ser la primera definición clara de comunismo anárquico
«... establecer el uso común de los instrumentos de trabajo y de las producciones; hacer la educación igualmente accesible a todos, distribuir los trabajos según la fuerza y los productos según las necesidades; no conceder al talento más privilegio que el de dirigir los trabajos según el interés común, y no tener en cuenta, para la repartición, la capacidad sino solamente las necesidades....; no admitir retribución en dinero, porque toda retribución es inútil o perjudicial: inútil en el caso en que el trabajo, libremente elegido, diera la variedad y la abundancia de los productos en cantidad superior a nuestras necesidades; perjudicial en el caso de que la vocación y el gusto no llenaran todas las funciones útiles». (1)
Sin embargo, el pensador al que habitualmente se lo menciona como el antecedente más inmediato del anarquismo, es William Godwin (1756-1836) quien publicó en Inglaterra, en 1793, su obra «Investigación acerca de la justicia política y su influencia en la virtud y la dicha generales»
(2). En este autor hay una importante influencia del ginebrino, del que leyó toda su obra.
Es así que se pueden comprobar pensamientos paralelos, como el que la humanidad ha avanzado en el campo científico sin su correspondiente correlato moral y la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, pero es la sociedad a través de su organización autoritaria quien lo corrompe. Para él, este estancamiento moral se debe, fundamentalmente, a la existencia del gobierno, ya que al intervenir en las acciones de los hombres, impide que sus mentes puedan descubrir los errores y eliminarlos mediante la recta razón. Sin 1 Citado por Eliseo Reclus en «El Hombre y la Tierra», tomo IV pg.599 2 Editado en español por Edit. Tupac en 1945 embargo, Godwin no se define como anarquista y esto se debe principalmente, a que en esa época esta doctrina no se expresaba sino en forma inconsciente y subterránea, a la vez que mezclada con otras ideas, como el liberalismo y un socialismo voluntarista o utópico, al estilo de Robert Owen. Max Nettlau, al transcribir el siguiente pasaje de Godwin:
« ... había llegado completamente a la deseabilidad de un gobierno que sería simple en el más alto grado» afirma: «que es una manera de descubrir su ideal anarquista».

Definición del término y formulación sistemática
Creímos necesario describir algunos de los antecedentes más importantes del anarquismo, a lo que nos llevó una doble finalidad: en primer lugar, dejar aclarado que el espíritu anarquista se manifiesta en el mundo desde que aparece la sociedad organizada y luego para facilitar, valiéndonos de estas manifestaciones, una mejor definición y entendimiento del concepto.
El anarquismo no puede ser definido como movimiento político en una forma clásica, desde el momento en que este término se define como el arte o la ciencia referente al gobierno de los Estados y, por principio ideológico, este movimiento parte de negar la necesidad de Estados que intermedien en la relación entre los seres humanos. Pero, por comodidad, usaremos el término político siguiendo la definición de Cornelius Castoriadis:
«una praxis que se da como objetivo la organización y la orientación de la sociedad con miras a la autonomía de todos y que ésta, presupone una transformación radical de la sociedad, no siendo esta posible sin el despliegue de la actividad autónoma de los seres humanos» .
Hecha esta aclaración, podemos decir que el anarquismo, como movimiento político, forma parte de esa gran corriente socialista, que surge a mediados del siglo xix como enfrentamiento al sistema capitalista dominante y en crecimiento.
Teniendo como fundamento básico la libertad, se diferencia del liberalismo burgués en la interpretación de ésta: mientras que para el liberal burgués la libertad de cada individuo tiene como límite la de todos los demás, para el anarquista, partiendo de la base de que el ser humano sólo se realiza en contacto con otros seres humanos, sólo será verdaderamente libre en contacto con seres libres, por lo tanto al decir de Mijail Bakunin
«...la libertad del otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es su condición necesaria y su confirmación».
En esta forma
«...la libertad es concebida como un valor eminentemente social ya que no puede ser realizada más que por la sociedad y en la más estrecha igualdad y solidaridad de cada uno con todos».
Reafirmando esto, sostenía:
«La igualdad sin libertad es una ficción detestable, inventada por impostores para engañar a imbéciles».
Como socialista, se diferencia claramente de los que calificaba como autoritarios, cuyo principal ideólogo fue Karl Marx, al plantear el cambio social como totalizante. Su revolución es integral, no sólo política o económica, ya que si algún aspecto de las viejas estructuras queda intacto, por allí se colarán los valores del régimen derrocado.
Es recién en este siglo xix cuando la evolución socioeconómica llega a un estadío que posibilita la aparición del anarquismo histórico y su definición estricta, y es un pensador de esta época quien le otorga, por primera vez, los rasgos sistemáticos que posibilitaron su posterior evolución. Nos referimos a P. J. Proudhon, quien identifica con claridad a los tres elementos esenciales que constituyen la tríada que impide la manifestación de la libertad sin trabas: el capital, el Estado y la Iglesia. El primero ejerce su dominio en el campo económico, sometiendo a los trabajadores; el segundo, lo hace en lo político, anulando toda libertad en ese orden y el último, la Iglesia, que tiraniza el espíritu y fundamenta moralmente la explotación capitalista y la jerarquía estatal.
Por eso afirma Proudhon que:
«... para oprimir eficazmente al pueblo hay que encadenar simultáneamente su cuerpo (el capital), su voluntad (el Estado) y su razón ( la Iglesia)».
Más adelante volveremos a detenernos en este filósofo social, pero por el momento, nos interesan sus ideas como base para definir el concepto de anarquismo.
Por él se entiende la doctrina que toma como fundamento al ser humano y a la sociedad, a quienes les asigna un papel de libertad e independencia frente a cualquier institución que represente una condición autoritaria y jerárquica.
Al mismo tiempo reconoce que la única limitación del individuo es la que deriva de su propia existencia en relación con la naturaleza y la comunidad, con las que se vincula en actitud solidaria por un acto de libre voluntad y junto a quienes organizará los distintos aspectos de su vida, en base a una relación horizontal y una metodología autogestionaria en todos los niveles, que le permitirán gozar de esa libertad plena, así como del desarrollo de sus potencialidades junto a todos los seres que lo rodean.
Como consecuencia de esta definición, emergen los distintos estamentos a los que el anarquismo responsabiliza por la alienación del individuo y la comunidad: Estado, ley, propiedad, Iglesia y todos los elementos derivados de estas jerarquías como pueden ser el poder militar, el político, las clases sociales, el patriotismo, la familia patriarcal, etc.
El término tiene su origen en la voz anarquía, derivada del griego y que significa «sin gobierno». Las referencias primitivas e incluso las actuales, que son explicitadas por todos los diccionarios de la lengua, aluden a los conceptos de caos, desorden, confusión, inestabilidad, etc. Es por esto que, además de la propaganda intencionada de los poderes, que el anarquismo es visto exclusivamente, por vastos sectores, como terrorismo, confundiéndolo, premeditadamente, con el de subversión.. Es quizás la generalización de este prejuicio el que impidió una divulgación más amplia de sus ideas. No podemos dejar de lado en este análisis que el espíritu de la época en que se empezó a usar el término, al que primero aludió P. J. Proudhon, era de excesiva confianza en el progreso de la humanidad, tanto en el plano científico como moral, lo que permitía vislumbrar nuevas épocas. Entonces, ¿qué tenía de inconveniente ceñirse a aspectos exclusivamente semánticos para bautizar una doctrina? Así lo entendieron sus fundadores y se remitieron fundamentalmente al concepto de «sin gobierno» en la convicción de que una idea tan sencilla sería comprendida con toda facilidad. Además ¿cómo no usar este término si era precisamente el gobierno el elemento más evidentemente identificable como responsable de la opresión, el otorgamiento y custodia de los privilegios y el apuntalamiento de todos los sectores que contribuían al sometimiento de la comunidad y al oscurantismo de la mente?
En el siglo xix y primeras décadas del xx, el anarquismo alcanza su máxima madurez y desarrollo sistemático. Con esto no queremos decir que esta doctrina haya quedado circunscrita a ese momento histórico, ya que es dable pensar que si tuvo precursores, como citamos anteriormente, desde el siglo III a. C., el espíritu que la genera no se puede extinguir por causas aleatorias sino por la eliminación de los motivos que determinaron su aparición. Y esos motivos en la actualidad están presentes y no tenemos ninguna evidencia para afirmar que se han superado de tal manera que ya no sean causantes de oposición. Al hablar de los siglos xix y xx, nos estamos refiriendo al anarquismo histórico del que entre otros, fueron sus principales exponentes, en cada una de sus corrientes, Max Stirner en el orden individualista, Proudhon en el federalismo mutualista, Bakunin en el anarcosocialismo colectivista y Kropotkin en el anarcocomunismo. A ellos hay que sumar un importante número de activistas, pensadores, escritores, científicos, etc., entre los que se puede mencionar a Elisée Reclus, Errico Malatesta, León Tolstoi, Anselmo Lorenzo, Rudolf Rocker, Luigi Fabbri, Emma Goldman, etc. y más actuales como Daniel Guérin, Collin Ward, Murray Bookchin, Luce Fabbri, Ángel Cappelletti y otros.
El problema principal del anarquismo, para su actuación política dentro de este sistema, es su inveterado rechazo por todo lo que signifique una organización en la que se constituyan autoridades con cargos jerárquicos o representativos, que indudablemente pueden desembocar en burocráticos; sin embargo, en diversas oportunidades, distintos anarquistas participaron en asociaciones que de una u otra manera, suponían este orden jerárquico y asumían esta contradicción. Esta posición es determinada fundamentalmente por el espíritu antiautoritario del anarquismo, que lo lleva a elegir métodos organizativos de características asamblearias y netamente horizontales, que permitan una real participación e los integrantes en las tomas de decisiones.
Estas características descriptas, son comunes a las distintas corrientes anarquistas, las que en su desarrollo difieren en los medios para eliminar a su fundamental enemigo, el Estado, y en la organización que se daría la sociedad una vez eliminado éste.