martes, 2 de septiembre de 2014

Violencia civilizada, tercera parte. Dándonos a luz.


"Las batas de los trabajadores eran blancas, y éstos llevaban las manos embutidas en guantes de goma de un color pálido, como de cadáver. La luz era helada, muerta, fantasmal. Sólo de los amarillos tambores de los microscopios lograba arrancar cierta calidad de vida, deslizándose a lo largo de los tubos y formando una dilatada procesión de trazos luminosos que seguían la larga perspectiva de las mesas de trabajo.
Y ésta —dijo el director, abriendo la puerta— es la Sala de Fecundación."

Aldous Huxley, Un mundo feliz

Decisión1
Con las fotos del nacimiento de mi último hijo en mis manos, me sumerjo en el instante de perfecta armonía que vivimos aquel día. El fuego, la partera, la doula2, la gata, nosotras y el niño que estaba por venir. La solidaridad y la expectativa de las vecinas. La inquietud e impaciencia de la hermana (en ese momento más hermana que hija). La conexión que logró establecer con su hermano, a pesar de encontrarse a dos cuadras de distancia, fue realmente increíble. En el momento en que él veía la luz de este mundo, ella se levantaba de la silla en la que estaba, mientras decía que tenía que volver a casa.
Vuelvo a mirar las imágenes en mi cabeza y pienso: no podría haber sido de otra manera. En ningún otro lugar hubiéramos vivido un parto más hermoso. Ni en un hospital, ni en una casa de parto. Habíamos elegido parir en casa, y ninguna ley lo podría haber impedido. Ninguna prohibición nos podría haber hecho cambiar de elección. De haber sido ilegal, nuestro parto hubiera sido más difícil y riesgoso, pero la decisión estaba tomada desde hacía años.
El parto es un momento íntimo de la madre y la o las criaturas que nacerán. Es el primer encuentro de miradas. Para la recién nacida es todo novedad. Y la novedad, puede dar miedo, inseguridad. El primer contacto piel a piel madre e hijx debe ser directo, y no debe estar medido por cronómetro médico.
La mujer que va a parir puede elegir estar acompañada o no. Puede decidir parir en su casa y luego preferir hacerlo en un hospital. Puede querer hacerlo acostada o en cuclillas o en cualquier otra postura que le quede cómoda. Si hay acompañantes, sean éstos pareja o no, no deberían sino acompañar cada una de las decisiones de la madre. Aunque parezca obvio, si la madre es la que está pariendo, la madre es la que decide. Es un concepto que los anarquistas llaman acción directa3.
Es muy común que bajo la excusa de que en esos momentos la mujer no está en sus cabales, la pareja de la parturienta acaba tomando las decisiones que afectarán el cuerpo de la madre o de una forma un poco más sutil ejercen poder sobre ella mediante distintas formas de chantaje afectivo4. No suele haber mucha diferencia entre parejas heterosexuales y homosexuales en cuanto a este último punto. El patriarcado suele reproducirse en todas las parejas. Sin embargo, existe una diferencia física: el cuerpo del hombre secreta adrenalina en momentos intensos como el del parto, lo que inhibe la producción de oxitocina, también conocida como la hormona del parto. Por lo cual en algunas ocasiones, la presencia de hombres (parejas, tíos, médicos, etc.) dificulta el parto natural y la subsiguiente bajada de la leche.

Brioso5
El Ministerio de Salud Pública está convencido de que las mujeres deben ejercer el derecho a decidir dónde y cómo tener su parto de manera libre, responsable e informada”, indicó el Subsecretario de Salud Pública, Leonel Briozzo, a La República (08 de junio de 2011). “Hoy para nuestra cartera el parto seguro en el Uruguay es el parto institucional. (...) Vamos a desaconsejar el parto domiciliario por entenderlo una práctica riesgosa”.
Un año más tarde se leía en El Observador del 11 de agosto: “Briozzo agregó que, a iniciativa de la Asociación Obstétrica del Uruguay, se está estudiando una reglamentación del ejercicio profesional y precisamente uno de los temas que está sobre la mesa es la inhabilitación del ejercicio en domicilio cuando es planificado. ‘Es un tema que se está discutiendo en la órbita del ministerio y que podría salir por decreto presidencial’”.
Como podemos ver, es un tema que va y viene. Desde el 2010, el MSP viene tirando pelotazos a la prensa con la intención de medir la respuesta de la opinión pública. Lamentablemente, parecería ser que están cada vez más cerca de efectivizarlo. Han tenido que ir cambiando las palabras. Al principio fue una amenaza directa de prohibir el parto domiciliario planificado, luego fue desaconsejar y ahora hablan de reglamentar el ejercicio de las parteras. Quien sabe leer entre líneas, puede comprender que dicha reglamentación va en el camino de la prohibición.
Pero ¿por qué tanto interés en reglamentar, desaconsejar o prohibir el parto domiciliario planificado?

De la sociedad de la abundancia a la sociedad de la carencia
En el mundo occidental, el parto fue una espacio meramente femenino hasta la intromisión del hombre en él. Desde ese momento la relación de la mujer con su parto ya no fue la misma. La mujer fue despojada de lo poco de instinto que el patriarcado aún no le había podido quitar.
Hoy día muchas mujeres sienten más seguridad en el sistema hospitalario que en la capacidad natural de sus propios cuerpos. Muchas prefieren una cesárea o una anestesia epidural antes que vivir un parto natural. Ésto es alentado desde las instituciones estatales y para-estatales. Con ello logran aumentar el control social y los beneficios económicos de las empresas y el poder médico, pero eso tan solo es una parte.
La violencia que ejercen sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros deseos, es lo que realmente les da Poder. Nuestros cuerpos son moldeados por el sistema patriarcal, ese sistema que tan claramente se manifiesta en todos los rincones y que sin embargo tan pocos quieren ver. Verlo exige hacerse cargo del patriarca que llevamos dentro y de la violencia que todo hombre ejerce sobre la mujer. Pues el discurso instaurado de que el patriarcado afecta por igual a hombres como a mujeres, es una mentira muy cómoda.
Desde que las sociedades matrifocales6 comenzaron a ser sometidas por el poder patriarcal, se fue cambiando de un modo de vida basado en el placer, el afecto y la abundancia, a un modo de vida de compulsión, frivolidad y carencia. Casilda Rodrigáñez entiende que “nuestra sociedad actual no tiene nada que ver con la vida humana autorregulada; desde hace 5000 años vivimos en una sociedad que no está constituida para realizar el bienestar de sus componentes sino para realizar el Poder. Y por eso al Poder le estorba la sexualidad de la mujer, los cuerpos de mujeres que secretan líbido maternal.
 Porque una sociedad con cuerpos femeninos productores de líbido materna es incompatible con todo el proceso cotidiano de represión que implica la educación de niños y niñas en esta sociedad. La socialización patriarcal exige que la criatura se críe en un estado de necesidad y de miedo; que haya conocido el hambre, el dolor y sobre todo el miedo a la muerte por abandono, que es lo que psicosomáticamente percibe cualquier cachorro de mamífero cuando se rompe la simbiosis. Por eso la sociedad patriarcal se ha ocupado a lo largo de estos milenios de romper la simbiosis madre-criatura, para que nada más nacer la criatura se encuentre en medio de un desierto afectivo, de la asepsia libidinal, y de todo tipo de carencias físicas, para las que su cuerpo no estaba preparado.”
Ese miedo constante a perder lo poco que se tiene, o incluso lo que no se tiene pero se podría llegar a tener, lleva a las personas, desde niñas, a aceptar como algo irreparable el sufrimiento propio y el ajeno. Nos acorazamos y asumimos la existencia del Poder, de la opresión, como algo inherente a la vida.

Una sociedad de hombres libres
Recreando las formas ancestrales de parto y crianza, asumiendo sin tabúes nuestros monstruos con el sincero interés de eliminar el patriarcado, vamos generando modos de convivencia sin Poder, sin jerarquías.
Con muchas personas compañeras nos encontramos en el camino. Pero con otras hemos de enfrentarnos, pues nos ponen trabas, leyes, amenazas, castigos. Muchas mirarán hacia un costado y dirán que son problemas de grupos de madres que no saben ocuparse de lo realmente importante (la política, el trabajo, la revolución, la ecología, la revuelta, etc.), a otras les molestará que las mujeres se levanten y denuncien el patriarcado (ya no sólo el machismo). Dirán que es un exceso, que son lesbianas resentidas que “lo que les hace falta es una buena poronga”. Buscarán disminuirlas, humillarlas, denigrarlas y difamarlas. Ansiamos el día en que elijan, ya no acompañarnos en la lucha por un mundo anárquico y autorregulado, libre de toda opresión (eso sería un sueño), sino por lo menos, que se sienten a charlar con nosotras sin estar a la defensiva e intenten comprender que luchar contra el patriarcado no equivale a decir “yo a mi compañera la ayudo con la cocina”.
El machismo es un mero síntoma del patriarcado. La prohibición del parto en casa también. Somos conscientes de ello. Pero buscamos subsanar los síntomas porque son tantas las cadenas que llevamos a cuestas que si no comenzamos por aliviarnos de ellas, no podemos siquiera empezar a luchar por lo que realmente queremos. Como mucho, podríamos acompañar a los hombres en su lucha (y de las maneras que ellos dispongan) por una sociedad de hombres libres, una “anarquía” patriarcal.


Michelle


1Como en los artículos anteriores, todas las generalizaciones se harán en femenino, utilizando el sujeto omitido “personas/persona”.
Las doulas son mujeres, en su mayoría madres, que acompañan a otras mujeres durante en el camino a la maternidad. Su labor fundamental es dar soporte, tanto físico como emocional, durante el parto y el puerperio.
3 La Acción Directa, refiere a una acción, cualquiera que sea, violenta o no, que es ejercida directamente por sus interesados. Es decir que no reconoce intermediarios. La Acción Directa trasciende el ámbito laboral o gremial, pertenece a cualquier grupo o individuo que decida hacerse cargo de las decisiones y acciones que competen a sí mismos sin aceptar la tutela de ninguna persona u organismo. Tierra y Tempestad, nº 5.
4 Métodos ampliamente utilizados por los médicos.
5 Brioso: adj.: arrogante.
6 La fraternidad, la paz, la armonía y el bienestar de aquellas sociedades del llamado Neolítico en la Vieja Europa, procedían de los cuerpos maternos, de lo maternal, del mundo de las madres. No de una religión de las Diosas ni de una organización política o social matriarcal, sino de los cuerpos maternos.
Es decir que aquella sociedad no provenía de las ideas o del mundo espiritual, sino de la sustancia emocional que fluía de los cuerpos físicos y que organizaba las relaciones humanas en función del bienestar; y de donde salían las energías que vertebraban los esfuerzos por cuidar de la vida humana.
Esta vertebración de las relaciones humanas desde lo maternal, lo explica así la antropóloga Martha Moia: el primer vínculo social estable de la especie humana... fue el conjunto de lazos que unen a la mujer con la criatura que da a luz... El vínculo original diádico madre/criatura se expande al agregarse otras mujeres... para ayudarse en la tarea común de dar y conservar la vida... (Casilda Rodrigáñez, “Tender la urdimbre, el parto es una cuestión de poder”)