La posición de Bakunin
Bakunin defendió siempre la idea de revolución social íntimamente ligada a la liberación nacional de los pueblos sometidos y, muy especialmente, la de los pueblos eslavos, oprimidos bajo el yugo de los imperio ruso, austriaco, prusiano y turco. Su paneslavismo descansaba sobre la destrucción de los cuatro imperios para federar los pueblos eslavos en base a una libertad e igualdad absolutas, opuesto a la hegemonía rusa. De igual manera que combatió el paneslavismo ruso y la creación de un Gran Estado eslavo que oprimiese a las naciones eslavas, combatió el pangermanismo. «Como eslavo, yo querría la emancipación de la raza eslava del yugo alemán, y, como patriota alemán, Marx no admite todavía el derecho de los eslavos a emanciparse del yugo de los alemanes, pensando hoy como entonces que los alemanes son llamados a civilizarlos, es decir, a germanizarlos por aceptación o por fuerza» (1871).
Opuestas son las posiciones respecto a la liberación nacional de Bakunin y de Marx y Engels, ya que ambos clásicos marxistas se manifestaron contrarios a los movimientos independentistas o nacionalistas revolucionarios, ya que creían que el movimiento revolucionario únicamente podía desarrollarse en el marco de las relaciones económicas de producción del cual solamente la clase obrera podía ser el motor, considerando por tanto que el desarrollo de las fuerzas de producción así como la extensión del intercambio económico —que creaban según ellos la necesidad histórica del socialismo— destruirían los particularismos locales y nacionales y tenderían a igualar el desarrollo social.
En efecto, Marx, respondiendo a Bakunin, que defendía la independencia de los checos, eslavos, polacos, búlgaros, rumanos, etc., declaraba al 'Neuu Rheinische Zeitung', en 1849: «Todas estas pequeñas naciones impotentes y frágiles, deben a fin de cuentas el reconocimiento a las que, según las necesidades históricas, las integraron en algún imperio, permitiéndolos así participar en el desarrollo histórico del cual, si se hubiesen quedado solas, se hubiesen visto totalmente privadas. Es evidente que tal cosa no se hubiera podido realizar sin aplastar «tiernos brotes» ( ... ).»
De esta manera, al contrario que M. Bakunin, K. Marx negaba que las luchas nacionales de oprimidos contra sus Estados opresores extranjeros en el s. XIX fuesen un factor revolucionario anticapitalista emancipador.
El mismo Andreu Nin reconoce el acierto de la posición de Bakunin ante la de Marx en la cuestión nacional: « ... Y a pesar de nuestra devoción por Marx y Engels, hemos de confesar que si hubiésemos de juzgar por las manifestaciones externas, haciendo abstracción de las circunstancias de tiempo y de factores de orden psicológico, diríamos que las acusaciones de Bakunin contra Marx (en la cuestión nacional, se refiere) y Engels eran más justificadas que las de este contra aquel» (1).
Bakunin opone siempre al nacionalismo estatalista un nacionalismo revolucionario federalista y consagra buena parte de su vida a liberar patrias oprimidas, como Polonia; de él citamos el manifiesto que sigue:
«1.- El orden que reina hoy en Polonia, bajo el yugo extranjero, se manifiesta incesantemente, como en todas partes, con el despotismo político y económico de una minoría privilegiada sobre las masas obreras.
2.- Calificamos de tiranía la dominación del hombre por el hombre. Igualmente no reconocemos otro poder que la organización social del pueblo, por medio de una libre federación de asociaciones obreras y comunas campesinas libres. Ya que todo poder, hasta el que en apariencia es el más republicano y el más democrático, siempre se basa en el provecho de una minoría privilegiada y la esclavitud del pueblo.
3.- La conquista de una verdadera Libertad para el pueblo polaco tiene como condición necesaria la abolición del régimen actual, tanto en el plano político como en el económico, el jurídico y el religioso.
4.- Solamente podremos conseguirla mediante un levantamiento general, por medio de la revolución social.
5.- La tierra pertenecerá a las comunas campesinas en la medida que éstas sean capaces de trabajarla.
6.- De igual manera, las fábricas, las máquinas, los edificios, las herramientas, hasta las artesanales, serán propiedad de las asociaciones obreras.
7.- Adversarios de todo poder estático, no reconocemos ninguna clase de derechos históricos o políticos. Para nosotros, Polonia sólo existe allá donde el pueblo quiere ser polaco y se reconoce como tal: Polonia dejará de existir allá donde este mismo pueblo no desee más pertenecer a la Federación polaca y se adhiera libremente a otro grupo nacional.
8.- Extendemos una mano fraternal a todos nuestros hermanos, a todos los eslavos que, al igual que nosotros, se encuentran bajo el yugo del gobierno que, como nosotros, detestan, en particular, los gobiernos moscovita, turco y alemán. Estos pueblos eslavos tienen plenamente derecho a reivindicar su independencia y su plenitud nacional.
9.- Finalmente, extendemos nuestra misma mano fraternal a todos los otros pueblos que aspiran a la libertad. Estamos dispuestos a hacer servir todos los medios que tengamos a nuestro alcance para ayudarlos a conseguir nuestro fin común.
¡Viva la revolución social!
íViva la Comuna Libre!
¡Viva la Polonia democrática y social!» (2).
Igualmente Bakunin nos define su federalismo político en el discurso realizado en 1867 en el congreso de la Liga por la Paz y la Libertad:
«Todo estado centralista, por liberal que quiera presentarse y no importa la forma republicana de la cual se vista, es necesariamente un opresor, un explotador de las masas trabajadoras del pueblo en beneficio de las clases privilegiadas. Necesita un ejército para contener estas masas en ciertos límites, y la existencia de este poder armado le lleva a la guerra. Por eso acabo diciendo que la paz internacional es imposible mientras no se haya aceptado el siguiente principio con todas sus consecuencias: toda nación débil o fuerte, pequeña o grande, toda provincia, toda comunidad tiene derecho absoluto a ser libre, autónoma de existir, y en este derecho todas las comunidades son solidarias en tal grado que no es posible violar estos principios respecto a una sala de ellas, sin poner simultáneamente en peligro todas las otras».
Por otra parte, Bakunin diferencia netamente la Nación del Estado. Para él, la nación viene a ser un hecho natural, un hecho popular. La patria y la nacionalidad son para él como la misma individualidad, hechos naturales y sociales, fisiológicos e históricos.
«El Estado no es la patria, es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política, jurídica de la patria. Las masas populares de todos los países aman profundamente a su patria, pero es este un amar real, natural. No se trata de una idea: se trata de un hecho.. Por eso me siento franca y constantemente el patriota de todas las patrias oprimidas» (3).
Para Bakunin, la patria representa el derecho irrebatible y sagrado de todo hombre, de todos los grupos de hombres, asociaciones, comunidades, regiones, naciones, de vivir, sentir, pensar y crear y de actuar a su manera, siendo esta manera de vivir y de sentir siempre el irrefutable resultado de un desarrollo histórico.
Sin embargo, para él la patria y la nacionalidad no son principios, por la sencilla razón de que solamente se puede dar tal nombre a aquello que es universal y común a todos los hombres. Así dice:
«... No hay nada más absurdo y a la vez perjudicial y funesto para el pueblo que sostener los falsos principios de nacionalidad como ideal de todas sus aspiraciones. La nacionalidad no es un principio humano universal; es un hecho histórico, local, que al igual que todos los hechos reales e inofensivos, tiene el derecho a exigir la aceptación general. Todo pueblo, por minúsculo que sea tiene su propio carácter, su modo particular de vivir, de hablar, de sentir, de pensar, de actuar, y es en esta idiosincrasia en lo que consiste la nacionalidad, la cual deriva de toda la vida histórica y de la suma total de las condiciones de vida de este pueblo». (4)
Para Bakunin, el auténtico patriotismo, el nacionalismo legítimo es aquel que no confunde el amor a la patria o a la nación con el servicio al Estado o subordinación a un gobierno, y que no antepone la particularidad propia —aunque esta sea natural y valida— a la universalidad del humano. Ya que el camino de la liberación nacional no puede separarse de la revolución social, ni este de la federación de Comunas y de las empresas colectivizadas
La posición de Kropotkin
Por otra parte, Piotr Kropotkin, otro gran clásico anarquista ruso, escribía del todo considerando la gravedad de la «cuestión irlandesa» en una carta a María Korn, el once de mayo de 1897:
«Me parece que el carácter puramente nacionalista de los movimientos de emancipación nacional es inexistente. Siempre hay motivos económicos, o bien es la libertad y el respeto del individuo que hay que salvaguardar. Nuestra tarea habría de ser la de hacer aparecer los problemas económicos. Creo, además, creo, después de haberlo reflexionado largamente, que el fracaso de los movimientos nacionales en Polonia, Finlandia, Irlanda, etc., residen en el problema económico. En Irlanda, la dificultad principal proviene del hecho de que los jefes del movimiento, grandes propietarios, igual que los ingleses, vaciaron el movimiento de emancipación nacional de su contenido social.
( .. ) Me parece que en cada uno de estos movimientos de emancipación nacional se nos reserva una tarea importante: plantear el problema en sus aspectos económico y social, y esto paralelamente a la lucha contra la opresión extranjera.
(...) En todos los lugares donde el hombre se rebela contra la opresión individual, económica, estática, religiosa y sobre todo nacional, nuestro deber es estar a su lado»
En este texto se puede ver claramente cual es la actitud de Kropotkin ante la opresión nacional y los movimientos de liberación nacional.
Kropotkin sabía ya entonces que la lucha antiimperialista se planteaba en términos de liberación nacional y de lucha de clases, deduciendo que solamente la victoria de la clase obrera podría resolver la cuestión nacional en el sentido de los intereses del pueblo trabajador. Kropotkin, como Bakunin, reconocía el contenido revolucionario de las luchas autónomas de liberación nacional, en las cuales creía que los libertarios habían de participar activamente del todo, planteando la cuestión social, a fin de conseguir una verdadera liberación.
Macedonia, 1903: una experiencia de revolución social y de liberación nacional
Ya en el siglo XIX hubo una participación libertaria en luchas de liberación nacional, como las de Bosnia y Hercegovina, y sobre todo la insurrección búlgara de 1876, en la cual participa el famoso poeta libertario Boter. En el año siguiente, 1877, estalló la guerra ruso-turca por la cual Bulgaria accedía a la independencia, pero a causa de las presiones y los intereses del capitalismo occidental —principalmente Inglaterra— una parte del territorio búlgaro, Macedonia, fue devuelta otra vez a Turquía, comenzando entonces la lucha de Macedonia contra el ocupante turco, y apareciendo también la "cuestión Macedonia, provocada por las potencias europeas.
A partir de 1893 en todas las ciudades había escuelas búlgaras y se comenzaron a formar las primeras células de la futura organización revolucionaria del interior de Macedonia, constituida en 1894-1895, bajo el impulso e influencia libertarla: ORIMA (Organización Revolucionaria del Interior de Macedonia y de Adrinoble).
La ORIMA constituye su Comité Central en Salónica, con una delegación en el exilio, en Sofía. Sus principios eran de un espíritu internacionalista y proponían la liberación nacional de su país sometido por los turcos mediante la revolución.
Fue también importante la adhesión del Cenáculo de Ginebra, creado en 1898, constituido por diversos grupos anarquistas, los cuales elaboran unos Estatutos del Comité Revolucionario Secreto Macedonio y publican un órgano de este Comité. También participaron en el movimiento revolucionario macedonio numerosos grupos libertarios búlgaros que tuvieron un papel importante en la lucha armada (más de 60 muertos). La preparación de la revolución dura una docena de años y acaba dando lugar a la insurrección de Tracia Oriental y Macedonia por agosto de 1903. Los libertarios aportaron la orientación, los objetivos y la acción armada. Las acciones armadas cambiaron de táctica con la aportación anarquista, ya que en lugar de atacar a las autoridades ocupantes turcas como se hacía hasta entonces, se ataca sobre todo las empresas de capital extranjero que mantenían al Imperio otomano.
La revolución se preparó ampliamente y reforzando la organización a través de la constitución de grupos y comités locales a fin de llegar a constituir las formas de organismos sociales capaces de crear una nueva sociedad que reemplazara a la del ocupante turco. Se formaron también nuevos grupos de combate, se hicieron bombas y se consiguieron armas del interior y de fuera; pero fue especialmente la propaganda la que tomó grandes dimensiones, englobando a toda la población a través de reuniones casi públicas, hechas frecuentemente en las iglesias.
Guerdjikov, dirigente anarquista y uno de los tres jefes elegidos en un congreso clandestino para dirigir la insurrección, organizó a partir de 1902 grupos de combate locales denominados "Grupos de la Muerte" que constuirían los núcleos del futuro ejército revolucionario, y también publicó un diario clandestino, 'A las Armas', y participó regularmente en la propaganda oral en las noches en la región de la Tracia Oriental.
La Insurrección desatada en agosto de 1903, derivó al mismo tiempo que lucha de liberación nacional contra los turcos en revolución social, que duró unos 30 días: por primera vez en la historia se manifestaba una tentativa de liberación nacional con una orientación de emancipación social, que toma un carácter plenamente libertarlo e influido por el pensamiento de Bakunin.
En la revolución desatada en Macedonia y en la Tracia Oriental participaron sólo en esta región más de 4.000 guerrilleros enfrentados con éxito a un ejército diez veces superior.
A pesar de los pocos días que dura la experiencia revolucionaria, se consigue una participación masiva de la población y fue abolida la propiedad privada y se procede a la colectivización, siendo regidas las ciudades y los pueblos por asambleas populares de donde salen las diversas comisiones encargadas del gobierno local.
Muy significativa fue la negativa de secundar, de añadirse, al movimiento revolucionario por parte de los comunistas (entonces socialdemócratas), que, además, tampoco participaron en el levantamiento que derroca la monarquía búlgara en 1923, dirigida también por los anarquistas.
A pesar de la derrota inevitable —con más de 20.000 refugiados en Bulgaria—, de la superioridad numérica y en armamento de los turcos, la lucha contra la ocupación extranjera continúa y sigue siendo importante la influencia de los libertarios en el movimiento independentista macedonio (5).
Notas
1. Nin, Andreu: Els moviments d'emancipació nacional, pg. 104, Edicions Catalanes de Paris. Existe versión en castellano editada por Editorial Fontamara.
2. Programa de la Asociación Polaca Social-Revolucionaria de Zurich, 1863.
3. Carta abierta a los amigos de Italia, 1871.
4. Estatismo y Anarquía.
5. Guerdjikov lucha en la guerra de los Balcanes contra los turcos con unas compañías de guerrilleros anarquistas, empleando métodos revolucionarios y manteniendo una independencia total del ejército. En 1919 funda la FACB (Federación Anarco-Comunista Búlgara), y más tarde se niega a colaborar con el régimen comunista búlgaro, el cual le ofrecía todos los honores de héroe nacional, contestándoles "yo no estoy acostumbrado a besar los pies de los tiranos".
Texto traducido del catalán por Trueno, correspondiente al capítulo 8 del libro Anarquisme i alliberament nacional, editado por El Llamp en 1987. Existe una versión resumida en castellano, realizada por sus mismos autores "el Colectivo Ikària" bajo el título Por la independencia total y la anarquía sin límites (...). (Tomado de El Baifo, nº 5, pp. 14-19. Diciembre de 1991).