miércoles, 5 de agosto de 2015

NO ES un homenaje en vida… FLASHES CON EL ÑATO.


1 – La calle Nimes tiene cosas fuera de la común.  Su largo total es de 50 metros o capaz que menos, pero en ella nacieron el prestigioso club La Rinconada de babi fútbol y el Ñato o gallego Fernández Huidobro, bandido urbano o justiciero en la década del sesenta, que fue idolatrado por la mayoría de los vecinos al ser “el pibe del barrio”.  Era el Buceo norte, zona de clase media baja y ambiente espeso. Había tantos afros y conventillos como en Palermo y repicaba fuerte Añoranzas Negras, la comparsa de Belgrano y Buceo, con negros más salvajes y más puros que los de Cuareim, comercializados por los paez vilaroses y usados por los políticos colorados.     
El Ñato era amigo de los negros de los conventos de Magariños Cervantes, que vivían fuera de la civilización occidental y las leyes del país y eran anti milicos convencidos  En el futuro, más de una vez ahí tuvo infra segura cuando la represión arreciaba.                                                                                                                           
Nimes nace en Ramón Anador y termina confusamente en los fondos arbolados de la facultad de Veterinaria.                                                            Era 1959 y el Gallego con sus recientes dieciocho años quería ser adulto. El padre era pequeño constructor  y español, gallego, franquista , conservador y católico. Su esposa lo mismo y los domingos iba a misa. El gallego prefería que lo llamaran Ñato,  tal vez como forma de independizarse de su padre y su ideología. Había hecho escuela y liceo con los curas. El liceo en los Maristas. Hace poco Fuentes, el obispo de Minas y del OPUS, le decía “te acuerdas Eleuterio cuando gritábamos !viva Cristo Rey! , cuando sonaba la campana del fin de la clase?”                                                                                                                                                           En ese 1959 y sintiéndose más libre,  el ñato hizo boxeo en la asociación cristiana y ganó el título de peso welter.                                                                                                                                                           Yo lo conocí acompañando a Creolina, Fatiga, Patrone y el Nene, sus vecinos, que apadrinaron su  integración a la hinchada de Miramar de básquet. Era una época en que los partidos se jugaban con uno o dos policías en la cancha y cuyo único cometido era cuidar al juez. Podía haber doscientos energúmenos matándose y los milicos no se inmutaban y no habían Vázquez ni bonomis con sus operativos disuasivos. Para subir de quinta a segunda más que buenos jugadores había que tener gente que metiera y metiera, de locatario y sobre todo de visitante. Ya en segunda y en primera había una cierta normalidad. La nuestra era una parcialidad aguerrida y en muchos partidos había lío. Y el ñato tenía brazos largos y cierta técnica y era un poco loco peleando.  Anduvo unos cuantos meses en esas vueltas y de repente desapareció de las canchas. Unos años después y siendo ya bastante famoso, empezaron a correr leyendas urbanas sobre peleas callejeras en las que habría participado. La más conocida es el relato de una jornada memorable de boxeo en el Cilindro donde pelearon Creolina (por el raro color de su piel) a primera hora y cerrando la velada, el Ñato. Hay decenas de testigos que dicen que estuvieron y te cuentan detalles pintorescos. Les puedo asegurar que esa velada no existió en la realidad y es  deporte ficción.
2 – En 1961, en la noche del día de la invasión a Cuba, nos encontramos y nos abrazamos en la Universidad y salimos con la FEUU por 18. No éramos más de mil pero gritábamos como diez mil. Estaba con el Nene, un gurí algo marginal y me habló del popol  vuh  y yo no sabía lo que era y agregó con su locuacidad habitual que teníamos que charlar. Y nos volvimos a perder.
3 – En algún momento de 1969, la coordinación semanal FAU-MLN pasó a hacerse en casa, un apartamento en Marco Bruto y Rivera, bastante baqueteado pero seguro. Eran los martes y tenía que levantar al Ñato en un sitio y a una hora fijada. Los datos los recibía unas horas antes. Los lugares elegidos eran siempre por el barrio. Subíamos a un auto, siempre chico y yo le iba dando indicaciones al chofer:  doblá a la izquierda, seguí, seguí, doblá a la derecha… lo entreveraba un poco y el compa tupa-chofer siempre con la vista medio baja. El ñato miraba por la ventanilla como buscando conocidos. En casa nos esperaba Gerardo y mientras les aprontaba el mate conversaban unos diez, quince minutos, sobre la situación general y las tareas que se preparaban en conjunto  con la firma C.A.P., nombre elegido por el ñato. ¡Estaba pirado con su Peñarol! , eran los Comandos de acción popular. También hablábamos del barrio con sus chismes y trifulcas confusas y de los negros y sus tambores y sus bailarinas descalzas.. Gerardo escuchaba con atención y hacía preguntas para entender mejor nuestra extraña charla y su dudosa  relación con el “poder popular”  y yo estaba loco de la vida, como un Ansina moderno, cebándole mate al uno de la fau y al dos tupa y luego de esos minutos de charla cerraba la puerta del cuarto y quedaba vigilando. Después de unos meses cambiaron el lugar de encuentro.

4 – El 6 de enero de 1971 llegué al Penal de Punta Carretas en calidad de preso.  Lo primero que me dicen los compas de FAU-OPR es que las relaciones con los tupas estaban cortadas y que no había que darles bola.       Lo tomé con calma y esperé. Al segundo día en el patio el ñato andaba cerca y me arrimé, nos abrazamos y charlamos unos minutos en forma desordenada, divertida y a las risas, de nuestros barrios y sus gentes, ante la mirada curiosa de muchos tupas que contemplaban a uno de sus “grandes jefes”, que había roto la rutina habitual de serias reuniones con sus subordinados. Como que se abrió una ventana y empezaron a aparecer tupas conocidos, sobre todo de medicina, a saludarme. Mis compas estaban de trompa con una onda tipo “cortá con tanta dulzura” y les dije que me gustaba ser desobediente. Pero tenían razón y me replegué a nuestro espacio libertario.
5 – La última vez que nos vimos, hace ya unos años, metí la pata. Él llevaba un niño de unos dos o tres años de la mano y le dije “estamos en la misma, somos abuelos… ¡y era el hijo!  Creyó que lo estaba cargando y me miró fijo y mal, como si yo fuera del SERPAJ.                                                                                     
  Hoy ya no me divierte y me da mucha tristeza verlo rodeado de uniformes, tal vez soñando con el batallón Florida cuando hablando y hablando, pensaba que  le había ganado la cabeza a los verdes. Apoyado en un bastón que no es de mando sino de decadencia, creo que empezó a hacer conciencia de que agotó su trajinar por la “escena política”, ese objetivo casi un fetiche y  un motivo de discusión con Gerardo    
SALÚ!    chacho