Nos parece necesario pararnos a reflexionar sobre la influencia de la militancia política en nuestros estados anímicos y emocionales. Nos referimos a situaciones que tienen lugar durante los procesos de lucha y sobretodo a las consecuencias que generan y nos afectan negativamente.
La militancia política puede abarcar períodos de nuestras vidas muy dispares de mayor o menor duración. Tanto a nivel personal como colectivo, puede resultar un gran proceso de aprendizaje que nos depara “logros-alegrías” pero también “decepciones–desilusiones”.
Nuestro interés por estas cuestiones surgió al observar una serie de problemas en nuestros propios entornos militantes y ver como algunos de ellos se repiten de manera cíclica y constante. Participamos en movimientos de corte asambleario y es ahí donde centramos nuestras observaciones aunque estamos seguras de que en otros entornos políticos también aparecen los mismos problemas en mayor o menor medida. Partiendo de la autocrítica, destacamos y removemos aspectos negativos con una finalidad positiva.
Constantemente nos encontramos con compañer@s que afrontan situaciones emocionales “complicadas” derivadas de la actividad política. Se visibilizan tan a menudo que se tienden a considerar como consecuencias “normales” y asociadas inexorablemente a la militancia política sin querer llegar más al fondo de la cuestión. Ante este panorama, decidimos invertir energías en investigar todas estas cuestiones y sobretodo intentamos averiguar cómo es posible que lleguemos a tales extremos. Como todo es cuestión de retroalimentación, también nuestro estado de ánimo y nuestros problemas emocionales afectan a nuestras luchas e incluso impiden que los procesos avancen. Tanto desde un punto de vista personal o emocional, como de uno más colectivo y político, es importante estar sanas.
Abordamos el asunto preparando una dinámica en formato taller cuyo objetivo fundamental era que se comenzase a hablar de esta serie de cuestiones de manera colectiva. Paralelamente, favoreceríamos la comunicación y el debate cara a cara venciendo la vergüenza o el pasotismo que acompaña o se impone entorno a estas cuestiones.
Resumen del Taller
Como vamos a explicar después, nos habíamos dado cuenta de que varios de los problemas tienen su origen en las dinámicas que se generan en nuestras asambleas, es decir, en los fallos que cometemos y repetimos en el día a día, en algunos vicios que tenemos... Esto nos lleva a relaciones conflictivas y a sentirnos mal. Por eso, en el taller intentamos romper con algunas de esas dinámicas para que todas nos sintiéramos bien y para escapar de nuestros roles. Aquí exponemos un esquema básico del taller; si alguien quiere más información, se puede poner en contacto con nosotras, gureburuakzainduzz@hotmail.com
1. Empezamos con un juego de confianza: aunque el grupo se conozca, muchas veces no hemos hablado de sentimientos y no nos hemos tocado demasiado, un juego bastante simple puede ayudar a crear un ambiente relajado y agradable, siendo más fácil sacar lo que llevamos dentro. Con estos juegos también, nos damos cuenta de la importancia de valorar todas las opiniones.
2. Vamos a trabajar en grupos pequeños, para escuchar todas las opiniones. A cada grupo se le plantean diferentes situaciones, pequeñas conversaciones que podemos escuchar en nuestro entorno. Las situaciones están exageradas, para tensionar un poco y provocar respuestas o actitudes. Repartimos también una serie de preguntas para ayudar en el análisis de las situaciones: ¿Habéis vivido alguna vez esta situación? ¿Os habéis sentido alguna vez así? Intentar situaros en el papel de cada personaje ¿Veis algún conflicto o problema? ¿Cómo lo podríamos arreglar? ¿Qué herramientas podemos usar? (tanto para prevención como solución)
Las situaciones hacen referencia a la participación, a los cambios de edad, consumo de drogas, problemas psicológicos diagnosticados, aspectos extramilitantes, miedos...
3. La mayor parte del taller la hacemos en grupos pequeños; para enterarnos de lo que se ha hablado en los otros grupos sin perder la dinámica de participación, crearemos nuevos grupos. En cada uno habrá una persona de cada grupo primero, y tendrá que resumir lo dicho. Esta técnica sirve para escuchar todas las voces, practicar la capacidad de síntesis y la de hablar en público.
Es muy importante en este momento, recoger la lista de herramientas de cada grupo; nos servirá para las conclusiones finales, y para que el grupo pueda seguir trabajando y profundizando en el tema.
4. Al final, hacemos una valoración del taller y de cómo nos hemos sentido, es importante para redondear las ideas y acabarlo bien. Proponemos un juego de autoestima para empezar a cuidarnos y salir contentas.
El lado amargo de las asambleas
Hemos intentando trabajar muchos temas, ya que los factores que nos afectan son innumerables; primero los debatimos entre nosotras y luego los quisimos compartir con otra gente. Nos parece reseñable, recordar la ilusión que teníamos cuando empezamos a “hacer cositas” en nuestros barrios o pueblos y como muchas veces esa sensación ha ido desapareciendo con los años, o se ha mezclado con otras más desagradables, por ejemplo, con la frustración o con la desilusión porque otras van dejando la lucha... Sin olvidar claro está, que hemos vivido momentos de dulzura, que hemos aprendido mucho, que hemos conocido gente a la que queremos un montón... La lucha es agridulce, como la vida misma.
Mirando al lado más amargo, nos fijamos en el día a día y en las situaciones que nos han llevado hasta donde estamos. Hablamos, discutimos y escribimos mucho sobre los poderes y las jerarquías dentro de la asamblea y creemos que son una parte importante de los problemas. Se rebelan como uno de los motivos de no sentirnos bien, por eso quisimos profundizar un poco. Hay gente que se siente infravalorada o que se la hace callar; y también hay gente que se quema porque coge demasiada responsabilidad (compromiso) o que cree que las decisiones dependen de ella. El poder se toma y se da, o se reparte, cosa que podría hacer la militancia más sana para todas las partes.
En este taller hemos querido ponernos en el papel de otras personas, para entender mejor las situaciones, para trabajar la empatía e intentar conseguir un equilibrio. También hablamos de otros vicios: el delegacionismo en el reparto de tareas, la proyección hacia afuera, la confianza interna, los peligros de los roles... Hurgando en nuestro interior proyectamos nuestros miedos o la falta de confianza (hacia nosotras mismas y hacia los demás). Los temas a veces nos son fáciles, y no tenemos respuestas: ¿Ayuda ser amigas para militar? ¿O a veces es un obstáculo? Las que no se atreven a participar en ciertas acciones, ¿tienen que superar sus miedos? ¿O es mejor que ocupen otros papeles?
Cada situación y conflicto tendrá sus propias respuestas y soluciones, pero para llegar a ellas tenemos que conocer y reconocerlos como problemas. Este es el punto de partida para intentar solucionarlos.
Relacionándonos con el mundo
Hay etapas y momentos en los que no vemos más allá de la militancia, toda nuestra vida gira entorno a ella. Debemos comprender que somos más que eso, y que los colectivos los formamos personas, por lo tanto, hay un intercambio y varias cuestiones que cuidar.
El activismo se cruza demasiadas veces con el mundo exterior, cosa que no podemos ignorar. Por ejemplo: llevamos nuestros problemas personales a las reuniones (y viceversa), relaciones que tenemos o no tenemos fuera del ghetto, el tiempo que pasamos con la gente del colectivo es tiempo que no pasamos con otra gente, relaciones entre drogas y militancia, como nuestras actitudes personales hablan en nombre del colectivo, cuidado de la seguridad en espacios compartidos...
Quisimos analizar también cómo nos cerramos en torno a un núcleo. Por un lado, es normal tener cerca y como amigas a aquellas con quienes compartimos afinidad política. Por eso mismo y por la complicidad que crea el activismo, muchas veces tendemos a salir con ellas, a hacer planes, a vivir juntas, a enrollarnos entre nosotras... Pero esa estrechez tiene también sus peligros: perder amigas por una discusión política, no discutir de verdad porque son amigas, que al caerse una cosa se hundan todas, sentimiento de soledad, confundir problemas políticos y personales por esos cruces de relaciones sentimentales y sexuales...
Venimos repitiendo que el tema no es fácil y somos las primeras que nos autocriticamos, a pesar de haber trabajado algunas cosas teóricamente, en la práctica seguimos cometiendo errores. La comunicación debería ser la base de nuestra militancia y nuestras relaciones, pero es difícil y a veces fallamos. Si perdemos el miedo a hablar sobre los conflictos, tendremos las herramientas más cerca y será más fácil encontrar las soluciones personales y colectivas.
Sube y baja...
Pasamos por diferentes etapas, cada una con sus sensaciones y percepciones: bajones y subidones, estreses y alegrías, enfados y nuevas relaciones, quemes, estados de debilidad y fortaleza, dejarlo todo, retomarlo con fuerza, espirales de fiesta y drogas, aislamiento personal y político por problemas con personas cercanas, problemas de sueño, medicación... No podemos naturalizar y quitar la importancia que todo esto tiene. Si lo hacemos, corremos el peligro de ni siquiera intentar arreglarlo, no daremos pasos al frente, y así es como los problemas pequeños crecerán. Si desde el principio ponemos en marcha la solidaridad, si nos ayudamos unas a otras, iremos superando los baches.
Sabemos que nos falta mucho por aprender y en este sentido, este artículo plantea más dudas y preguntas que soluciones. Para nosotras todo esto es un proceso dinámico ya que desde que hicimos el taller y recogimos las conclusiones se nos ha presentado la necesidad de profundizar en otros temas. Por ejemplo, no hablamos específicamente de género (aunque en el taller aparezca muchas veces), pero es una de las relaciones de poder que nos condiciona enormemente. Durante estos meses y por desgracia, también hemos tenido muertes cercanas, y el no trabajar este tipo de vivencias fuertes de manera colectiva tiene sus consecuencias psicológicas. Nos hemos limitado a factores internos, pero sabemos que los externos también influyen: represión, detenciones...
Nos hemos centrado además en aspectos concretos, sin apuntar nada sobre la fortaleza psicológica y emocional que requiere el hacer una crítica radical al sistema y cuestionar todo el sistema de valores y creencias que se nos ha inculcado. Esto hace que nos enfrentemos muchas veces no solo al sistema sino a personas cercanas a las que queremos (familia, pareja, compañeras de curro...) y que nos cuestionemos a nosotras mismas de una forma de la que no siempre estamos preparadas.
El tema es amplio y todo esta interconectado, tenemos que intentar sentirnos bien tanto en nuestra actividad política como en cualquier otro aspecto de nuestra vida. Esta amplitud y dificultad no nos pueden parar, poco a poco tenemos que empezar a plantear cosillas y a cuidarnos mejor. Los malos rollos, la frustraciones, las rendiciones, el mirar a otro lado... no ayudan a la lucha. Tenemos que empezar a compaginar esa faceta productivista de la militancia (hacer) con el más personal (sentir, pensar), ya que nuestra salud anímica y sentimental condiciona nuestra pelea.
Conclusiones de los talleres
Hemos hecho los talleres en dos sitios distantes y diferentes, y a pesar de ello, las conclusiones y aspectos en común han sido varios, lo que nos ha hecho reflexionar. Para comenzar, hemos visto que hay ganas y necesidad de enfrentar el asunto. Parece claro que todas sufrimos situaciones parecidas, pero en la mayoría de los casos se viven de manera individual y se deberían buscar soluciones colectivas.
Muchas veces y a pesar de las ganas que tenemos, no tenemos mucha idea de lo que hacer, nos falta formación (bueno, poco a poco lo iremos consiguiendo). Sabemos qué no queremos, identificamos las situaciones que nos hacen daño, pero no tenemos muchas herramientas para enfrentarlas. Además algunas veces ni siquiera existen soluciones concretas. Hay tres factores importantes para enfrentarnos a las situaciones: el tiempo, el espacio y la gente. Tenemos que aprender a combinarlas y a jugar con las tres.
Para algunos asuntos sí que hemos encontrado herramientas entre la gente que hemos participado en los talleres, algunas cosas que nos pueden ser útiles en situaciones concretas del día a día. Por ejemplo, algunas ideas para que nuestra vida no sea pura militancia: desmitificar la militancia; aprender a hacer cosas solas (no crear situaciones de dependencia con el entorno militante); relacionarse con gente de otros entornos para que no se nos olvide donde vivimos; guardarnos tiempo y espacio para hacer otras actividades.
La socialización de la información en los grupos es necesaria, así hacemos frente a los roles de poder y de falta de confianza. Planteamos la lucha contra la especialización y para eso proponemos talleres de formación que nos den la posibilidad de aprender unas de otras.
Ante el miedo nos parece fundamental aceptar que todas tenemos derecho a sentir miedo. Tenemos que entender que en las acciones no todo el mundo participa de la misma manera y que todos los trabajos no implican el mismo peligro: ayuda legal, logística, preparar la estrategia, escribir comunicados, difusión... Todos son importantes y necesarios. Al mismo tiempo, es trabajo de cada cual, a su ritmo y sin presiones ir superando los miedos y atreverse o animarse a hacer cosas nuevas.
Ante el “estoy quemado” tenemos que aprender a ponernos límites y poner límites a quien hace más trabajo. Hay que aprender a decir NO, cuando no podemos o no queremos; delegar y repartir entre las personas del grupo; aprender lo saludable de descansar y desconectar.
Sobre la medicación: No juzgar a las personas; informarnos bien de lo que tomamos, para qué y porqué; pasar tiempo con la persona afectada y hablar en el grupo para intentar ayudar. Tratarnos con dignidad e interés, no con compasión.
En algunos grupos el papel de líder está muy asumido, estas personas suelen tomar decisiones por cuenta propia. Hay que buscar el consenso y la participación de todo el mundo, repartir el poder.
Cuando una persona se encuentra especialmente mal, o le ha pasado algo, le puede contar el caso al grupo. Es un método para entender el estado de ánimo y evitar malentendidos. El peligro sin embargo, es que alguien se aproveche de la debilidad para ir en contra de esa persona (¡Cuidado!) Otro problema que vemos que puede surgir en ese tipo de situaciones es que se produzca un chantaje emocional, si esa persona utiliza lo que le ha pasado o lo que le afecta para influir en las decisiones que se tomen.
En los dos talleres se han apuntado pequeñas herramientas para corregir errores de funcionamiento en la asamblea: hacer rondas de participación (siempre sin obligación de hablar), usar gestos para agilizar, utilizar un reloj y medir los tiempos, acordar los tiempos antes de empezar... Existen algunos pequeños cambios muy prácticos, que se pueden poner en funcionamiento inmediatamente, otros en cambio, necesitan un proceso largo y consciente, puesto que implican un cambio más profundo en las actitudes.
Muchas veces tenemos una mentalidad o valores productivistas, lo más importante es “hacer y hacer”, parece que somos meras productoras. Esto nos lleva a dejar de lado muchos aspectos personales.
Algunas de estas soluciones las hemos probado en los talleres: trabajar en grupos pequeños, hablar con gente que no es la de siempre, aumentar la confianza... y nos ha llevado a una participación más alta que la media. Intentamos mejorar las dinámicas asamblearias, aunque fuera por un día.
Este texto es sólo un pequeño paso, os animamos a seguir investigando sobre estos temas, a que habléis de lo que nos pasa y nos preocupa y a intentar poner las herramientas en práctica. Aunque el camino sea duro y difícil, creemos que merece la pena.