Del Plan cóndor al plan Guantánamo
…No eran todavía hombres cuando fueron presos
…La cárcel de Guantánamo no forma a nadie
…Fueron convertidos en vegetales
…Pertenecían a la pequeña burguesía no eran hombres del desierto…
…Quieren vivir de la lástima
…Sueñan con el mundo rico
Estas frases son una síntesis escueta de los dichos de José Mujica Cordano. Un ejemplo de banalización, trivialidad y traición a preceptos humanos revolucionarios elementales.
Primero negoció con Obama, disfrazados ambos de humanistas. Luego le hizo los mandados. Rápidamente firmó acuerdos secretos de entrega con los EEUU. Después los confinó a esta cultura y ahora los condena, los encasilla, los criminaliza. Ojala Mujica, fuese una oveja negra al poder como todos los grandes medios titulan hoy. Ojalá.
Parte I-
Un poco de historia, con memoria, no para hacer biografía sino para remover las cenizas
Después de 8 años y nueve meses de cárcel me llevan encapuchada y esposada al aeropuerto de Carrasco. Con un pasaporte de 24 horas, sin retorno, llego a Suecia con Medidas Prontas de Seguridad. Un espacio blanco. Ajeno. Frío. Un idioma indescifrable. Un desafío para el cual no estás preparado, te pesan más las manos saludando tras las rejas de las compañeras que seguían presas, el llanto de los familiares que habían soñado tu libertad que tu “libertad” confinada en otro continente.
Cada día asumíamos largas colas de esperas, en una plaza dónde había un teléfono público, desde el cual hablábamos para América Latina, con monedas perforadas y un hilo invisible. Hacíamos una especie de ronda esperando un turno para hablar con compañeras, amigos, familias. Chilenos, bolivianos, argentinos, uruguayos.
La nieve sumaba a nuestras angustias, su blanca tristeza. Las voces que nos contaban de otras presas, de otras muertes, de otras desapariciones, de la muerte del padre, del nacimiento de un sobrino franqueaban por ese hilo expropiado. Recuerdo aún, los ojos de un compañero chileno que en una de esas llamadas se enteró de la muerte de su hijo.
No podía llamar. No podía volver. Solo podía llorar y patear la nieve. Ahí me vino esa idea de la cárcel de lujo.
En diciembre de 1983, comprobé que el exilio llegaba a ahogarme. La devastación fue tal que no pude valorar París, ni las callecitas del siglo XII de Estocolmo hasta que no tuve el pasaporte en la mano, y supe que volvía regresar, que podía volver al río de la Plata, donde estaban las raíces, era mayo de 1985.
Ahí tomé conciencia de la crueldad del destierro, porque agradecía haber salido de la cárcel pero seguía presa, sentía más la ausencia que esas nuevas presencias que me querían capturar…para que estudiara el idioma, para que aceptara instalarme en algún sitioy yo solo me quería venir. Quería escapar y sin embargo todos veían que estaba libre que habíamos salido de la cárcel, ¿por qué seguía teniendo planes de fuga si ya estaba libre?… ¿sería por qué los procesos de terrorismo nos arrancaron de nuestro mundo, de ese mundo y sitio que queríamos revolucionar? Peleamos y peleo para recordar el sitio del mundo en el quiero estar para seguirlo cambiando, para destruirlo y en su lugar erigiremos otro mundo. Cuando esto no suceda no seré ya.
Solo atenuaba la ajenidad la lucha, la denuncia, la solidaridad, los compas nicas, salvadoreños con los cuales nos vinculamos en el campamento de Refugiados de Alvesta. Y el enorme drama de los bolivianos que solo hablaban quechua y que eran perseguidos por recoger las manzanas del piso de las calles suecas.
Ellos no entendían ¿por qué habiendo árboles de manzanos en las veredas no se podían comer? No te cabía en la cabeza ir a comprar manzanas mientras se pudrían tantas y tan ricas en el suelo. Otras costumbres. Otros mundos.
En la cárcel soñaba escapar, en el destierro soñaba con volver, me despertaba en un sopor, por un instante no sabía dónde estaba…al reaccionar me faltaba todo… estaba en medio de la nieve blanca y extraña, maravillosa y ajena.
No estaba en el rancho agujereado y frío de mi casa, no estaba el aljibe, ni estaba en Puntas de Rieles, ni en el 14, no, estaba allí dónde tenía para comer y podía andar, no tenía que pedir para pasar al baño…no me mojaría la ropa; pero miraba y todo me era ajeno, todo, y la sensación de la lejanía taladrando mis sentidos…si uno está donde no quiso ir busca la fuga. Podes actuar, militar, ser solidario pero la meta es ir adonde deseas ir.
Parte II-
Desmontemos la historia oficial
Enero 2015 implicó por distintos hechos causales no casuales, el comienzo de un contacto con otro trozo de la verdad que nuevamente impacta.
El sufrimiento humano sin límites. Ex presos de Guantánamo comienzan a salir del cascarón burocrático y empezamos a percibir la verdadera condición en la que están. Y si no reflexionamos fuera de los códigos superficiales de Mujica y la del crack que les grita a los refugiados de Guantánamo: Vagos, vayan a trabajar, no llegaremos a hacer ninguna sinapsis.
Cabe preguntarnos –cómo se han preguntado otros/as- por qué los exilios continúan formando parte de las memorias individuales y grupales, pero aún cuesta que estén presentes en las memorias sociales y en las memorias históricas.
El exilio fue parte de una reflexión un tanto más abordada al final de la dictadura -1984-1985- producto del retorno masivo, luego fue quedando reducido a casi nada, aunque sus secuelas sigan afectado hondamente la vida de miles de personas..
Podríamos acordar –con algunos estudiosos del tema- que ha habido en estos últimos años algunas iniciativas académicas y legislativas que buscan cubrir las lagunas existentes en la historia reciente del Uruguay. Algo se ha legislado –fruto de la presión de los grupos de exiliados y organizaciones de defensa de los derechos humanos- como el reconocimiento de esos años para la jubilación. Pero el reconocimiento de su carácter de víctimas de la represión no está socialmente asumido.
Los estudios realizados afirman que: Este ha sido un proceso largo y de lucha permanente por lograr reparaciones que han contado con concreciones de diferente alcance y resolución, según se tratase de la esfera pública o privada. Asimismo, se puede observar el establecimiento de una jerarquización social, política e histórica sobre el carácter de víctima y los derechos a reivindicar reparaciones entre aquellas personas que sufrieron de diferente forma las consecuencias de la represión: cárcel, desaparición, secuestro, tortura, exilio o insilio.
El miedo hace un recorrido en la cabeza, en la vida de la gente y hay quienes han estudiado los daños que ocasionan no hablar de lo ocurrido y en particular hablan que el insilio es aquella memoria reprimida silenciada, que carcome.
La memoria de los tiempos más aterradores, de los años más dolorosos vividos por amplísimos sectores sociales, es parte de los silencios que aún no se han des-construidos.
Lo que se hereda de la dictadura es una amplísima impunidad que recorre y atraviesa toda la vida social. Su base autoritaria no ha sido “desmontada” al revés, se ha ido encallando como basamento de las injusticias que atraviesan democracias, terrorismo de estados dictatoriales y nuevamente democracias.
Hay un importante olvido social, porque individualmente las secuelas estuvieron y están.
Lo que durante mucho tiempo se intentó silenciar por medio de la fuerza y la violencia,hoy se silencia en esa idea de etapa superada, eufemismo más propio de los alienantes programas televisivos que de los sufrimientos sociales.
Lo que el autoritarismo desconoce y quiere borrar está vivo y es esa memoria viva en los cuerpos y conductas sociales nuestro recurso.
Ahí están, son los recuerdos vivos de los sobrevivientes Un ingrediente humano y social al cual debemos recurrir y potenciar para enfrentar el silencio y la impunidad de lo que vivieron un número indeterminado de uruguayos perseguidos por el mundo.
Hay una barrera blindada, que algunos estudiosos del tema definen como: “un fenómeno recurrente” entre los des exiliados… estos se sienten y son acusados porque “se salvaron”, porque “no les fue tan mal”, porque “conocieron y disfrutaron en el exterior”.
Profundizando en esto hay quienes se sintieron una especie de “traidores”, por haberse ido “por no haberse quedado y sufrido”.
Hay una ausencia, casi total de testimonios que narren lo que fue salir de la cárcel encapuchados, esposados, subidos a un avión y expulsados a otros mundos. ¿Cuántas fueron-fuimos esas personas?
¿Qué pasó con ellas? ¿Volvieron? ¿Cómo? ¿Qué le pasó al que tomó la mochila y cruzó las fronteras? ¿Qué le pasó al que se refugió en Chile y lo atrapó el golpe?
¿Qué le pasó al que se fue a Argentina y apareció la Triple A y se instaló el Plan Cóndor? ¿Qué le paso al que fue a Cuba y de allí a Europa? ¿Qué le paso al que tuvo hijos en Australia, en Suecia, en Ginebra o Canadá y quiso volver y el mundo de sus hijos era aquel mundo?
¿Qué le pasó a la madre que vio crecer a su hija jugando en otro idioma que ella poco entendía?
La estrategia del silencio es una manera de que la memoria no se instale revulsivamente en el presente. Para acotar, para circunscribir los efectos de la represión para que no aparezca claro el efecto sobre toda la sociedad.
Entonces las “victimas” son menos. Entonces la teoría de los dos demonios tiene más peso. Y el terrorismo de la dictadura, “se repara con menos costos”, se reduce a una porción de la sociedad a las ex presas y expresos. , para que no se extienda, y poco a poco vaya generando la “apariencia de olvido” que, según muchos, es el “necesario paso hacia la reconciliación nacional”.
Parte III-
Uruguay en su principio -luego de la masacre de los pueblos originarios- se alimentó de la inmigración, las políticas de saqueo imperial del capitalismo junto al terrorismo de estado invirtieron el proceso; de país receptor pasa a país expulsor.
Entre 1950 y comienzos de los 60 gran número emigró a Australia y Argentina, sobre todo por la situación económica favorable. Se señala el año 1963 el comienzo de la emigración internacional.
Y alcanza su punto máximo a mediados de la dictadura. Y comienza obviamente el desexilio –sobre todo de los exiliados políticos- en 1984/85.
Esta breve introducción solo apunta a alentar la reflexión y promover el debate sobre otra área de nuestra realidad que la impunidad mantiene sometida al silencio y que poco hemos hecho para hacerla visible.
La queremos abordar con la conciencia de tener un debe histórico… y hay notorios detonantes.
Tal vez nos dirán preocúpense de los que sufren necesidades hoy. Sí, claro que sí.
La miseria cultural de hoy, la indiferencia de hoy, las iniquidades de hoy se sustentan en esa mentalidad fundacional generalizada a la salida de la dictadura, del sufrimiento mayor o menor.
De esa manera de medir, del torturó-metro que excluyó, que segregó. Que no permitió reflexionar sobre lo vivido como parte de un todo, como parte de las políticas de opresión, exterminio, control, disciplinamiento.
Que apuntaron a los cuerpos y cabezas de los individuos pero sin duda a los colectivos y la sociedad toda para que recurramos al olvido, para disuadirnos de comprometernos, para combatir la memoria.
Parte IV-
Un fundamento para ser más solidarios:
La presencia de los ex presos de la cárcel de Guantánamo remueve los sedimentos de los miedos e hizo emerger algo muy trivial, algo muy frívolo porque el duelo de lo vivido está sin procesar y esta al libre albedrío de las manipulaciones propagandísticas.
¿Cómo se vivió el exilio después de la tortura y la cárcel prolongada? ¿Qué le hace a la salud humana?
¿Qué le hace a los compromisos sociales? ¿Qué le hace a los sueños emancipadores? ¿Los somete? ¿Los acota? ¿Qué nos hizo la distancia’¿Qué la vida robada? ¿Pegamos la vuelta y nos contentamos con menos? ¿Cómo fueron los retornos?¿Qué le pasó al torturado que quiso contar y le dijeron prefiero que no me cuentes…?
¿Cómo abordar los efectos del terrorismo de Estado en nuestros cuerpos, en nuestras vidas, en nuestros colectivos?
¿Cuáles son las secuelas de la tortura?¿Qué paso con nuestras emociones?
Infinidad de preguntas se abren paso entre el dolor de ver la criminalización de los actuales residentes legales ex presos de Guantánamo, creemos que nadie dejó de conmoverse, de repudiar cuando veíamos a los yanquis torturando a gente encapuchada arrodillada, cuando veíamos sus perros al acecho… pero vaya paradoja ahora que andan por acá nos parece que ellos ya deberían saber hablar ya deberían trabajar… reaccionamos al son de una construcción mediática olvidando la experiencia concreta que como pueblo sufrimos.
Estamos hoy apelando a que el olvido no sea más fuerte que la memoria. A que la memoria restituya la solidaridad que el olvido nos negó.
Marcel Viñar señala que la capacidad de olvido es inconmensurable…para sobrevivir al horror. Pero necesitamos hacer conciencia, recordar.
Apelamos a la certeza de que el olvido tiene continuidad y a la conciencia de que personas sacadas del infierno y son expuestas a la incertidumbre de no saber lo que les espera están siendo sometidas -una vez más- a la destrucción. Las víctimas de tortura no deben ser expuestas a la liviandad de nuestras lagunas históricas. No saber dónde estás… no poder entender las señales. Estar en otra cultura con la desazón de la barrera del idioma…es sentir que el custodio está ahí te siguió te sigue teniendo atrapado… porque la cárcel no termina cuando se cierra a tu espalda la reja… y mucho menos cuando tu libertad fue parte de una acuerdo secreto entre EEUU y Uruguay.
Por todo esto nos convocamos y los convocamos a romper la maquinaria punitiva. No les agreguemos a los que ya fueron sometidos a vejámenes indescriptibles más condenas.
Mirémonos por dentro, para comprender que la “verdad” que difunden los grandes medios de comunicación no es la verdad… no hay panacea de humanidad en este mundo.Ni el sistema ni sus Estados pueden ser humanos. Si bien todo ex preso agradece a los que los sacaron de la cárcel, la vida que te ofrece el exilio en un medio ajeno y ancho, extraño e inexplicable te somete a otras exigencias cuando aún estás convaleciente de torturas sistemáticas…Pensar y sentir en libertad es apropiarse de lo sufrido para superarlo y lo más valioso ¡asumir lo que vivimos hoy!
No sigamos esperando; hay que vencer al terrorismo de Estado, la tortura, la cárcel torturante; los exilios, desexilios, empezando a narrar, a contar y hacer visible esa deuda social local e internacional, que aún no han pagado los poderosos.
Se instaló un proceso de silencioso olvido que abona el terreno de la impunidad.
Algo que no pasa…que no termina de pasar.
Algo que está presente en las violaciones de los derechos hoy.
Algo que tiene que ver con los miles de emigrantes que flotan en el Mediterráneo.
Buscaban refugio, y hoy son solo números en la estadística europea.
Para nosotros son parte de la barbarie, parte de la humanidad condenada por las genocidas políticas del capitalismo. Son parte de ese Titanic de los pobres que no merecerá una película porque esta hundiéndose cada día y la indiferencia se refugia en nuestras enfermas existencias. Esa impunidad que no juzga, la que los indulta, la que los absuelve.
Hoy la memoria de Julio Castro nos reclama. Liberaron a su secuestrador.
Hoy Mujica vende la realidad que inventa para justificar su entrega a los principios de pelear por otro mundo. Pero el olvido de Mujica, no nos indicara el camino.
Hoy el miedo le pone fronteras a la solidaridad con los que hoy sufren lo que miles y miles sufrimos décadas atrás. Tenemos mucho para hacer por nosotros y hacia otros.
Estaría bueno, sería reparador (como los sueños son al cansancio), que en un ejercicio de memoria, pudiéramos- más allá de Esta boca es mía, de Santo y seña y de todos los maestritos de sumisos esclavos- debatir.
Dar testimonios. Traer las vivencias para vencer el silencio, para ejercer la solidaridad
Mayo 2015
IRMA LEITES