“La astucia del diablo está en convencernos de que no existe”.
Charles Baudelaire.
Luego de que Aratirí anunciara el envío a seguro de paro de sus operarios en Valentines, se instaló en la opinión pública la idea de que la empresa se retiraba definitivamente. Lo cierto es que Aratirí ya ha cumplido con dos de sus tres estapas del “Proyecto Valentines -la prospección y exploracion del terreno- y está en condiciones de empezar la tercera etapa -la explotación- en cuanto el estado, a través de la dinama, apruebe su estudio de impacto ambiental.
Mientras tanto, ha adoptado, por su conveniencia, una política de invisibilidad a fin de acallar la controversia que su instalación provoca. Con este volante queremos contribuir a reavivar esa polémica, para estar alertas a lo que pasará y poder responder activamente como se hizo el año pasado.
A qué nos enfrentamos.
Aratirí es un proyecto de explotación minera a cielo abierto que pretende exportar 18 millones de toneladas de hierro por año en un plazo de 12 a 20 años.
Como proyecto minero es inédito en el territorio pero está en la línea de otras dos explotaciones intensivas del suelo, que ya son una triste realidad: el monocultivo de eucaliptos para la producción de pasta de celulosa y el monocultivo de soja transgénica.
Las tres formas de explotación tienen en común la producción intensiva de materia prima para el mercado internacional, que lleva a una escala de producción incompatible con el regeneramiento de los ecosistemas que afecta y se traduce en un deterioro del suelo por desgaste e intoxicación.
Para hacer breve la agonía del suelo, Aratirí propone la destrucción total con dinamita y la construcción de cinco cráteres y otros accesorios, amparados en el beneficio de extraer una riqueza que ellos ven debajo de la tierra y nosotros encima.
Desde su origen, la era capitalista, supuso la dominación, explotación y denigración de las personas y la Naturaleza. Algunas personas se erigieron en dueños del mundo y el resto, aunque explotado, debía sentirse orgulloso de que nuestra soberana inteligencia nos permitiera reproducir el sol en un lamparita de 60 wats para ganancia de la General Electric, hoy extinta.
Hubo otro origen, el verdadero origen, cuando la vegetación de hoy día surgió. El suelo era demasiado delgado para sostenerla, pero a través de miles de años de muerte y nacimiento, la misma vegetación engrosó el suelo que sería el sustento de su vida y la nuestra. Es ese suelo y esa vida la que hoy estamos llamados a defender.
¿Es posible la victoria?
Sin duda el orden del mundo no está alineado con el de la Naturaleza. Dentro de la ordenación mundial, Latinoamérica es una de las fuentes de extracción de materia prima de las empresas multinacionales. Los gobiernos trabajan en conjunto en un plan de integración de transporte, energía y comunicaciones (plan IIRSA) para facilitar la exportación y reciben con beneplácito la inversión extranjera que trae divisas para fortalecer sus sistemas financieros y la presentan a la población como fuentes de empleo, progreso y desarrollo.
Frente al orden económico aliado al orden político y a las necesidades urgentes de la población parece poco lo que podemos hacer. Pero la resistencia crece: los pueblos originarios de los territorios ocupados por los estados de Bolivia, Perú y Brasil; las localidades de Famatina, Belén, Andalgalá, Amaicha, Tinogasta y Cafayate en el territorio ocupado por el estado argentino; y aquí Valentines, Cerro Chato y las Comunidades de los Pueblos Costeros de Rocha; todos ellos defienden activamente el derecho a decidir sobre su entorno y la vida que quieren llevar en él.
Ya ese solo pedido de autonomía es esperanzador, pero además hay un grado conciencia ecológica en los reclamos, que reconoce la necesidad de vivir en cooperación y reciprocidad con la Naturaleza. La conciencia ecológica cada día es más visible en el mundo, el reciclaje, la valoración del agua, la agricultura orgánica y asociativa, la vida autosustentable, la independencia de los combustibles fóciles –finitos- y la busca de energía limpia –renovable y hasta infinita.
En Latinoamérica la conciencia social se está haciendo lucha social, en oposición a los grandes proyectos extractivistas; en Europa, en oposición a los grandes proyectos de comunicación como los trenes de alta velocidad o los grandes proyectos de producción de energía como las plantas nucleares.
Qué ganaremos.
La lucha ecológica es lucha social. Si logramos cambiar nuestra relación de explotación y dominación de la naturaleza, por una relación de solidaridad, cooperación y retribución, esos valores se reproducirán también en el tejido social.
En la lucha contra la megamineria, los monocultivos, los transgénicos y los agrotóxicos está en juego más que el “Uruguay Ganadero” o el “Uruguay Natural” que son formas más amables de presentar la explotación comercial del suelo; está en juego nuestro aporte a un nuevo mundo donde podamos vivir en armonía con los ciclos naturales y no a merced de los ciclos económicos. En libertad con solidaridad, responsabilidad y respeto entre nosotros y hacia la Naturaleza que nos abarca.
El mundo viejo se alimenta de proyectos extractivistas como el de Aratirí. ¡Hagamos que pase hambre!
Ciertos grupos humanos han estado haciendo guerra a la Tierra y a quienes habitamos en ella por milenios.
Hemos decidido luchar del lado de la pradera, de los cerros, de los montes, del ombú, del ñandu, del jaguar y de todo lo salvaje.
Somos parte de lo salvaje, de lo libre, de la hermosa rebelión diaria en cualquier sitio.
Acción sin Fronteras.
Charles Baudelaire.
Luego de que Aratirí anunciara el envío a seguro de paro de sus operarios en Valentines, se instaló en la opinión pública la idea de que la empresa se retiraba definitivamente. Lo cierto es que Aratirí ya ha cumplido con dos de sus tres estapas del “Proyecto Valentines -la prospección y exploracion del terreno- y está en condiciones de empezar la tercera etapa -la explotación- en cuanto el estado, a través de la dinama, apruebe su estudio de impacto ambiental.
Mientras tanto, ha adoptado, por su conveniencia, una política de invisibilidad a fin de acallar la controversia que su instalación provoca. Con este volante queremos contribuir a reavivar esa polémica, para estar alertas a lo que pasará y poder responder activamente como se hizo el año pasado.
A qué nos enfrentamos.
Aratirí es un proyecto de explotación minera a cielo abierto que pretende exportar 18 millones de toneladas de hierro por año en un plazo de 12 a 20 años.
Como proyecto minero es inédito en el territorio pero está en la línea de otras dos explotaciones intensivas del suelo, que ya son una triste realidad: el monocultivo de eucaliptos para la producción de pasta de celulosa y el monocultivo de soja transgénica.
Las tres formas de explotación tienen en común la producción intensiva de materia prima para el mercado internacional, que lleva a una escala de producción incompatible con el regeneramiento de los ecosistemas que afecta y se traduce en un deterioro del suelo por desgaste e intoxicación.
Para hacer breve la agonía del suelo, Aratirí propone la destrucción total con dinamita y la construcción de cinco cráteres y otros accesorios, amparados en el beneficio de extraer una riqueza que ellos ven debajo de la tierra y nosotros encima.
Desde su origen, la era capitalista, supuso la dominación, explotación y denigración de las personas y la Naturaleza. Algunas personas se erigieron en dueños del mundo y el resto, aunque explotado, debía sentirse orgulloso de que nuestra soberana inteligencia nos permitiera reproducir el sol en un lamparita de 60 wats para ganancia de la General Electric, hoy extinta.
Hubo otro origen, el verdadero origen, cuando la vegetación de hoy día surgió. El suelo era demasiado delgado para sostenerla, pero a través de miles de años de muerte y nacimiento, la misma vegetación engrosó el suelo que sería el sustento de su vida y la nuestra. Es ese suelo y esa vida la que hoy estamos llamados a defender.
¿Es posible la victoria?
Sin duda el orden del mundo no está alineado con el de la Naturaleza. Dentro de la ordenación mundial, Latinoamérica es una de las fuentes de extracción de materia prima de las empresas multinacionales. Los gobiernos trabajan en conjunto en un plan de integración de transporte, energía y comunicaciones (plan IIRSA) para facilitar la exportación y reciben con beneplácito la inversión extranjera que trae divisas para fortalecer sus sistemas financieros y la presentan a la población como fuentes de empleo, progreso y desarrollo.
Frente al orden económico aliado al orden político y a las necesidades urgentes de la población parece poco lo que podemos hacer. Pero la resistencia crece: los pueblos originarios de los territorios ocupados por los estados de Bolivia, Perú y Brasil; las localidades de Famatina, Belén, Andalgalá, Amaicha, Tinogasta y Cafayate en el territorio ocupado por el estado argentino; y aquí Valentines, Cerro Chato y las Comunidades de los Pueblos Costeros de Rocha; todos ellos defienden activamente el derecho a decidir sobre su entorno y la vida que quieren llevar en él.
Ya ese solo pedido de autonomía es esperanzador, pero además hay un grado conciencia ecológica en los reclamos, que reconoce la necesidad de vivir en cooperación y reciprocidad con la Naturaleza. La conciencia ecológica cada día es más visible en el mundo, el reciclaje, la valoración del agua, la agricultura orgánica y asociativa, la vida autosustentable, la independencia de los combustibles fóciles –finitos- y la busca de energía limpia –renovable y hasta infinita.
En Latinoamérica la conciencia social se está haciendo lucha social, en oposición a los grandes proyectos extractivistas; en Europa, en oposición a los grandes proyectos de comunicación como los trenes de alta velocidad o los grandes proyectos de producción de energía como las plantas nucleares.
Qué ganaremos.
La lucha ecológica es lucha social. Si logramos cambiar nuestra relación de explotación y dominación de la naturaleza, por una relación de solidaridad, cooperación y retribución, esos valores se reproducirán también en el tejido social.
En la lucha contra la megamineria, los monocultivos, los transgénicos y los agrotóxicos está en juego más que el “Uruguay Ganadero” o el “Uruguay Natural” que son formas más amables de presentar la explotación comercial del suelo; está en juego nuestro aporte a un nuevo mundo donde podamos vivir en armonía con los ciclos naturales y no a merced de los ciclos económicos. En libertad con solidaridad, responsabilidad y respeto entre nosotros y hacia la Naturaleza que nos abarca.
El mundo viejo se alimenta de proyectos extractivistas como el de Aratirí. ¡Hagamos que pase hambre!
Ciertos grupos humanos han estado haciendo guerra a la Tierra y a quienes habitamos en ella por milenios.
Hemos decidido luchar del lado de la pradera, de los cerros, de los montes, del ombú, del ñandu, del jaguar y de todo lo salvaje.
Somos parte de lo salvaje, de lo libre, de la hermosa rebelión diaria en cualquier sitio.
Acción sin Fronteras.