domingo, 20 de septiembre de 2015

Diez días que sacudieron a Uruguay


RAÚL ZIBECHI 
Hasta los primeros días de agosto el gobierno uruguayo negociaba su participación en el TISA (Trade in Services Agreement) para desregular servicios y comercio, con fuerte respaldo de su ministro de Economía, Danilo Astori, y se disponía a aprobar el presupuesto quinquenal, pese a las resistencias de algunos sindicatos, en particular de la educación. El presidente Tabaré Vázquez ejercía un tipo de liderazgo casi monárquico, en la acertada expresión del historiador Gerardo Caetano (Brecha, 4/9/15).

Un mes después, el gobierno sufrió una derrota inapelable por parte de los sindicatos docentes, debió afrontar la mayor movilización social en años (y la más numerosa contra un gobierno de izquierda), el liderazgo de Vázquez fue confrontado en la calle, en su propio partido y en el movimiento sindical, y cerró la quincena con el anuncio del abandono de las negociaciones del TISA. De este modo, las aspiraciones de convertir a Uruguay en socio privilegiado de Estados Unidos en el Mercosur se vieron frustradas por la contundente movilización popular.
Lo sucedido tiene su historia. Los sindicatos de la educación enfrentan desde hace medio siglo el autoritarismo. Primero el del gobierno de Jorge Pacheco Areco (1967-1972), quien decretó la intervención de la enseñanza secundaria y técnica en el marco del estado de excepción para contener la protesta social. Con el retorno de la democracia en 1985, los sindicatos de docentes siguieron resistiendo las reformas neoliberales y protagonizaron importantes luchas en la década de 1990.
Desde hace una década y media demandan que 6 por ciento del presupuesto nacional se invierta en la educación. Luego de 11 años de gobierno del Frente Amplio, la inversión en educación sigue siendo uno de las principales deudas de la izquierda. Bajos salarios, locales en malas condiciones, déficit de docentes que impide que se cubran los cupos en todos los niveles educativos, y un desempeño general estancado con tendencia al retroceso, son tendencias de largo aliento que no han sido revertidas por los tres gobiernos de la izquierda.
El aspecto más llamativo son las malas relaciones que mantuvieron con los gremios docentes. El ex presidente José Mujica dijo al promediar su mandato: Hay que juntarse y hacer mierda a esos gremios, en referencia a los sindicatos de la educación (Brecha, 28/8/15). Sin embargo, nadie había llegado tan lejos como Vázquez, quien el lunes 24 de agosto decretó la esencialidad para quebrar la huelga docente con sumarios y destituciones masivas.
Fue la primera vez desde 1985 que se imponía semejante medida, a la que ni siquiera los gobiernos neoliberales apelaron. La respuesta fue drástica: miles de maestras se concentraron ante la sede sindical en clara señal de desacato al autoritarismo; la central sindical decidió un paro general y una marcha de 50 mil docentes y estudiantes gritó contra el decreto de Vázquez, mientras 50 centros de estudio eran ocupados. El Frente Amplio se dividió. Sólo la derecha respaldó al presidente.
En un clima de crispación entre gobierno y sindicatos, el Frente Amplio realizó un plenario el primer sábado de septiembre para discutir, luego de idas y venidas, la posición frente al TISA. La votación de los delegados de los sectores y de las bases mostró el aislamiento del gabinete: 117 votaron por retirarse de las negociaciones y sólo 22 respaldaron al Ejecutivo. El lunes 7 el gobierno anunció que Uruguay dejará de participar en las negociaciones.
El TISA también tiene su historia. Como destaca el economista Antonio Elías, a quien le cupo el mérito de destapar el secreto, hubo tres etapas: La primera, en secreto absoluto; la segunda, semipública, pero no hubo discusión; la tercera fue pública, hubo discusión, pero los documentos secretos no fueron entregados a la sociedad para su análisis (Voces, 10/9/15).
Durante casi un año, entre septiembre de 2013 y julio de 2014, cuando se publican los primeros datos, el gobierno de Mujica llevaba adelante negociaciones sin informar a la población, a su fuerza política ni al parlamento. El canciller Luis Almagro, premiado por Mujica con el máximo cargo en la OEA, debió reconocer que se estaba negociando y aseguró que es un tratado positivo para el país.
Las negociaciones oficiales comenzaron en febrero de 2015, sin anuncio oficial, en los últimos días del gobierno Mujica. Fue la página del Ministerio de Relaciones Exteriores de Canadá la que informó del ingreso de Uruguay en las negociaciones, recuerda Elías. Sería bueno que alguien, en alguna parte del mundo donde se lo aclama, le preguntara al ex presidente sobre las razones de tan significativo silencio.
Lo importante es que apenas se rompió el silencio, la sociedad uruguaya rechazó contundentemente el TISA. Los medios de izquierda, que en este país siempre han jugado un papel decisivo; el movimiento sindical, organizaciones sociales y ambientalistas, grupos como la Red de Economistas de Izquierda (Rediu), académicos e intelectuales, modificaron la relación de fuerzas. La votación en el seno del Frente Amplio, donde quedaron aislados los partidarios de Astori y Vázquez, refleja el modo de pensar de la mayoría de los uruguayos.
En el desencadenamiento de los hechos se vivió la feliz coincidencia entre la lucha de los gremios docentes, que aún no ha finalizado, y la resistencia al TISA que es la continuación de la que en 2007 libró la izquierda social contra el TLC con Estados Unidos que pretendía firmar Vázquez en su primer gobierno. En ambos casos se quedó sólo con el apoyo de la derecha y el rechazo del movimiento popular.
La derrota de la esencialidad contra los docentes y la derrota del TISA tienen algo en común: esta sociedad no se deja llevar por delante con políticas autoritarias, ni en nombre del desarrollo, ni siquiera bajo un gobierno que dice ser de izquierda. La calle le puso límites al giro a la derecha.