Aporte desde la Costa
¿Cuántas verdades tiene la Historia?
Desde niños en la escuela nos presentan una Historia lineal, despojada de toda coherencia ya si no en fechas, sí en la ponderación de los hechos y los dichos. De esta forma se transforma en una sumatoria de datos, nombres, fechas y lugares que pierden todo sentido histórico, sirviendo únicamente para exacerbar el sentimiento de nación, crear una tradición y un pasado común.
Con el fin último de hacernos creer que nuestra Historia es la más importante, perdiendo de vista que la Historia como tal tiene relación con todos los hechos que se sucedieron en el pasado.
Esto se da justamente porque la historia es caprichosa y es capaz de contar lo que es más conveniente para mantener una situación determinada. Para esto fue creada.
De esta forma lo que se presenta deliberadamente como nuestra Historia no es más que un recorte caprichoso que lleva a presentar a los personajes y a los hechos como genios o genialidades.
Al analizar el caso de Artigas y el artiguismo, vemos cómo se crea la Historia, así como una torta de verduras… sin huevo ni leche… jaja.
Máximo Santos (dictador militar que ejerció el poder en nuestro territorio en el periodo denominado por la historiografía “militarismo”), le encomendó a Juan Manuel Blanes en 1884, que pintara el retrato de José Gervasio Artigas. Buscaba terminar con las divisiones que desde el inicio del Estado independiente venían entorpeciendo el desarrollo productivo del país.
Ya era tiempo de unificar a la población y de terminar con el caudillismo, esa válvula de escape del poder central que no hacía otra cosa que entorpecer sus planes.
Así fue como los libros de estudio se hicieron más técnicos y no tan prosaicos, la Historia narrada ahora se convertiría en una descripción de hechos y hazañas del nuevo prócer.
El mito sustentador de la nación es el que todos conocemos, Artigas luchó contra los españoles para fundar así un país independiente. Este argumento sin ninguna base teórica es esgrimido desde el gobierno del dictador, para desterrar de una vez por todas los fanatismos que las divisas encendían.
Los colorados y los blancos peleaban unos contra otros, por mantenerse en el poder los primeros y por acceder a él los otros. Así fue cómo desde el gobierno en tiempos de guerra civil se intentaba poner un freno a los desmanes que se sucedían en la campaña.
No sólo los caudillos eran un problema, también lo era el gaucho con su vida errante, sin respeto a la propiedad. Este también merecía una atención especial.
Si de verdad se quería fundar un Estado liberal que tuviese como máxima el respeto a la autoridad y a la propiedad privada era necesario implementar un plan que atacara todos los planos. No es tarea fácil inventar un Estado de la nada.
La reforma escolar fue un puntal fundamental en este proceso denominado modernización. La profesionalización del ejército, con el advenimiento del rifle Remingtong, las telecomunicaciones y el ferrocarril. Todo lo que implica controlar a todos y a todo el territorio.
La educación era el arma más fuerte que tenía la clase acomodada para controlar a la población, ya hacía unos años venía funcionando la Sociedad de Amigos de la Educación Pública, sociedad que funcionaba en el colegio Elbio Fernández.
Su función fue la de crear un sistema común que abarcara al grueso de la sociedad y que se encargara de transmitir de manera sencilla los hábitos y las nuevas costumbres. La obediencia, el concepto de libertad entendida como la capacidad de hacer lo que “se debe hacer”.
Para esto era necesario calmar los vicios que la guerra de independencia había dejado, para alcanzar el progreso era necesaria la paz y la estabilidad. Progreso que tenía reservados un lugar para cada uno, donde el que no cabía también tenía su lugar en las cárceles o en el ejército. Lo que la educación no podía, el poder de utilizar la fuerza del naciente Estado lo aseguraba.
En este estado de cosas es que nace la figura de Artigas como el prócer de la patria. Como crearon al héroe, tuvieron que crear también en el imaginario de la gente la idea de patria, Estado y propiedad privada. Conceptos que chocaban directamente con el sentimiento de los que convivían en esta zona que había sido centro de disputas por su ubicación y por lo cual sus habitantes se sentían parte del grupo que más los beneficiara.
Frente a esta situación y superando todas las adversidades, el Estado liberal triunfa y comienza a regir la vida de todos.
Actualmente, como en el pasado, el legado artiguista se nos presenta como el único capaz de unir los sentimientos disímiles de las personas que participan en diferentes planos de la vida. Y no nos cuestionamos que aceptarlo es mantener las relaciones de poder y dominio.
El general que ganó la guerra, no queremos ningún héroe inventado, no seguimos a ningún líder, entendemos que es en la autonomía y la horizontalidad donde tenemos que hacer hincapié. Respetando las diferencias en el entendido de que nuestra libertad se potencia en cuanto se relacione con otros que en el mismo estado de libertad viven y luchan.
No hagamos un mito de nada ni de nadie. Somos hijos de la Historia; pero de la Historia que construimos con nuestras acciones, no aceptamos recetas, aprendemos de ella y contra ella es que construimos un mundo nuevo. De lo contrario solo estamos reproduciendo esquemas que fueron los adecuados en un tiempo para ciertos fines, pero no son los nuestros.
Desde niños en la escuela nos presentan una Historia lineal, despojada de toda coherencia ya si no en fechas, sí en la ponderación de los hechos y los dichos. De esta forma se transforma en una sumatoria de datos, nombres, fechas y lugares que pierden todo sentido histórico, sirviendo únicamente para exacerbar el sentimiento de nación, crear una tradición y un pasado común.
Con el fin último de hacernos creer que nuestra Historia es la más importante, perdiendo de vista que la Historia como tal tiene relación con todos los hechos que se sucedieron en el pasado.
Esto se da justamente porque la historia es caprichosa y es capaz de contar lo que es más conveniente para mantener una situación determinada. Para esto fue creada.
De esta forma lo que se presenta deliberadamente como nuestra Historia no es más que un recorte caprichoso que lleva a presentar a los personajes y a los hechos como genios o genialidades.
Al analizar el caso de Artigas y el artiguismo, vemos cómo se crea la Historia, así como una torta de verduras… sin huevo ni leche… jaja.
Máximo Santos (dictador militar que ejerció el poder en nuestro territorio en el periodo denominado por la historiografía “militarismo”), le encomendó a Juan Manuel Blanes en 1884, que pintara el retrato de José Gervasio Artigas. Buscaba terminar con las divisiones que desde el inicio del Estado independiente venían entorpeciendo el desarrollo productivo del país.
Ya era tiempo de unificar a la población y de terminar con el caudillismo, esa válvula de escape del poder central que no hacía otra cosa que entorpecer sus planes.
Así fue como los libros de estudio se hicieron más técnicos y no tan prosaicos, la Historia narrada ahora se convertiría en una descripción de hechos y hazañas del nuevo prócer.
El mito sustentador de la nación es el que todos conocemos, Artigas luchó contra los españoles para fundar así un país independiente. Este argumento sin ninguna base teórica es esgrimido desde el gobierno del dictador, para desterrar de una vez por todas los fanatismos que las divisas encendían.
Los colorados y los blancos peleaban unos contra otros, por mantenerse en el poder los primeros y por acceder a él los otros. Así fue cómo desde el gobierno en tiempos de guerra civil se intentaba poner un freno a los desmanes que se sucedían en la campaña.
No sólo los caudillos eran un problema, también lo era el gaucho con su vida errante, sin respeto a la propiedad. Este también merecía una atención especial.
Si de verdad se quería fundar un Estado liberal que tuviese como máxima el respeto a la autoridad y a la propiedad privada era necesario implementar un plan que atacara todos los planos. No es tarea fácil inventar un Estado de la nada.
La reforma escolar fue un puntal fundamental en este proceso denominado modernización. La profesionalización del ejército, con el advenimiento del rifle Remingtong, las telecomunicaciones y el ferrocarril. Todo lo que implica controlar a todos y a todo el territorio.
La educación era el arma más fuerte que tenía la clase acomodada para controlar a la población, ya hacía unos años venía funcionando la Sociedad de Amigos de la Educación Pública, sociedad que funcionaba en el colegio Elbio Fernández.
Su función fue la de crear un sistema común que abarcara al grueso de la sociedad y que se encargara de transmitir de manera sencilla los hábitos y las nuevas costumbres. La obediencia, el concepto de libertad entendida como la capacidad de hacer lo que “se debe hacer”.
Para esto era necesario calmar los vicios que la guerra de independencia había dejado, para alcanzar el progreso era necesaria la paz y la estabilidad. Progreso que tenía reservados un lugar para cada uno, donde el que no cabía también tenía su lugar en las cárceles o en el ejército. Lo que la educación no podía, el poder de utilizar la fuerza del naciente Estado lo aseguraba.
En este estado de cosas es que nace la figura de Artigas como el prócer de la patria. Como crearon al héroe, tuvieron que crear también en el imaginario de la gente la idea de patria, Estado y propiedad privada. Conceptos que chocaban directamente con el sentimiento de los que convivían en esta zona que había sido centro de disputas por su ubicación y por lo cual sus habitantes se sentían parte del grupo que más los beneficiara.
Frente a esta situación y superando todas las adversidades, el Estado liberal triunfa y comienza a regir la vida de todos.
Actualmente, como en el pasado, el legado artiguista se nos presenta como el único capaz de unir los sentimientos disímiles de las personas que participan en diferentes planos de la vida. Y no nos cuestionamos que aceptarlo es mantener las relaciones de poder y dominio.
El general que ganó la guerra, no queremos ningún héroe inventado, no seguimos a ningún líder, entendemos que es en la autonomía y la horizontalidad donde tenemos que hacer hincapié. Respetando las diferencias en el entendido de que nuestra libertad se potencia en cuanto se relacione con otros que en el mismo estado de libertad viven y luchan.
No hagamos un mito de nada ni de nadie. Somos hijos de la Historia; pero de la Historia que construimos con nuestras acciones, no aceptamos recetas, aprendemos de ella y contra ella es que construimos un mundo nuevo. De lo contrario solo estamos reproduciendo esquemas que fueron los adecuados en un tiempo para ciertos fines, pero no son los nuestros.