Exponer un balance resumido de 14
años de gobierno bolivariano no es sencillo, en especial si debe hacerse siendo
consecuentes como anarquistas y anticapitalistas radicales, diferenciándonos de
lo que sobre el tema proclaman tanto la izquierda burocrático-autoritaria como
la derecha y la socialdemocracia. Este ha sido para nosotr@s un esfuerzo
constante, desmontando dos mitos complementarios: por un lado quienes
glorifican a Chávez como prototipo del ‘socialismo del Siglo XXI’ y el
anti-imperialismo; por el otro, quienes lo denuncian como dictador y enemigo
del libre mercado. Frente a ambos, hemos expuesto un enfoque independiente del
cual aquí apuntaremos rasgos básicos, que con más detalles y referencias está en
www.nodo50.org/ellibertario (textos en alemán en la sección “other languages”).
Entendemos que lo ocurrido desde
1999 en Venezuela ha sido mezcla de militarismo caudillista, demagogia
populista y capitalismo de Estado, con base en la abundancia de la renta
petrolera. El llamado gobierno bolivariano es una continuación, y no una
ruptura, de la democracia representativa en Venezuela –iniciada en 1958 con el
acuerdo de las élites de poder que se conoce como Pacto de Punto Fijo- y de su
modelo económico basado en la explotación de recursos energéticos para el
mercado internacional. Las transformaciones que los anarquistas pretendemos van
en rumbo muy diferente al seguido por este ‘proceso’, pleno de autoritarismo,
en alianza vergonzante con el capital transnacional en empresas mixtas que
controlan las reservas de petróleo y gas del país y con la entrega de recursos
mineros como el oro y el carbón (militarizando para ello la Sierra de Perijá y las
selvas de Guayana con la excusa de combatir la guerrilla o la minería ilegal,
reprimiendo a las comunidades índigenas que allí habitan), un gobierno infectado
de corrupción, con orientaciones, personajes y actitudes que no podemos respaldar.
Lo afirmamos porque hemos investigado, documentado y denunciado sobre el rol
asignado a Venezuela en la globalización económica, como proveedor seguro,
barato y confiable de recursos energéticos al mercado mundial; buena parte de
esa investigación y denuncia se recoge también en Venezuela: la revolución
como espectáculo, libro publicado en varios idiomas y escrito por Rafael
Uzcátegui –integrante de El Libertario.
Como ningún otro en el pasado,
este gobierno de retórica nacionalista y populista fue muy eficaz para
aleccionar al país en someterse al negocio petrolero global, y agradecer
servilmente las migajas recibidas mientras se mantiene una de las
distribuciones de riqueza más injustas en Latinoamérica. Al mismo tiempo, los
cuestionamientos ambientales y sociales acerca de los efectos de la explotación
de hidrocarburos y minerales se han convertido en tabú y políticamente
incorrectos, tanto para la seudo-izquierda en el gobierno como para los
opositores de derecha y socialdemócratas, a quienes sin duda enfurece que las
políticas petroleras de Chávez fuesen tan sumisas al capital transnacional como
a ellos les correspondería hacerlas de estar en el gobierno. Gracias a su
tramposo discurso, ‘el Comandante’ pudo tomar decisiones que dos décadas atrás
hubieran tenido un alto costo social y político, por ejemplo otorgar lucrativos
contratos de extracción de hasta 40 años a favor de transnacionales como
Chevron, BP, ENI y Repsol.
El régimen bolivariano desarrolló
un gran aparato de propaganda para vender las bondades de su líder y de las
políticas sociales que creó, pero los datos y la propia realidad demuestran que
si acaso hubo mejoras –pretexto de la acción estatal para atribuirse
legitimidad en cualquier parte del mundo- la situación popular no ha mejorado
significativamente, pese a contar en este período con los ingresos fiscales y
petroleros más altos de la historia nacional para un lapso similar, que si han
servido para encumbrar a la ‘boliburguesía’ o burguesía bolivariana crecida a
expensas del poder oficial. Mucho de esto lo hemos descrito con pormenores en El Libertario, procurando citar fuentes
y datos del propio gobierno. Tal vez el mejor testimonio de cómo se ha agudizado
la crisis para los de abajo es ver la terrible alza en la cifra de homicidios
en Venezuela, con más de 21.000 muertes por dicha causa para el año 2012 (en
1998 hubo unos 4.400 homicidios). Esto señala la creciente extensión de un
clima de violencia delictiva que refleja la desintegración social, pues tal tendencia
se habría revertido, o al menos contenido, si la pobreza, la falta de educación
y la desorganización colectiva estuvieran realmente en retroceso, según
proclaman los voceros del chavismo en todo el mundo.
No menos importante ha sido la anulación
y domesticación de los movimientos sociales que resistieron al modelo
neoliberal en la década de 1990. Los asesinatos en años recientes de luchadores
populares como Mijaíl Martínez, Luis Hernández, Richard Gallardo, Carlos
Requena y Sabino Romero, cuya impunidad ha sido avalada por el silencio
cómplice de los seguidores del gobierno, demuestra que en 14 años los únicos
lazos de solidaridad construidos fueron de tipo vertical con la figura
mitificada del ‘Comandante Chávez’.
La esencia militarista -y por
consiguiente autoritaria, chauvinista y burocrática- de este régimen es
evidente, tanto porque la mayoría de sus cuadros dirigentes vienen de los
cuarteles, como por imponer una cultura política que copia rasgos detestables y
peligrosos del oficio castrense, entre ellos el principio de obediencia ciega
al líder con el resultante culto a la personalidad, del cual tuvimos una
muestra reciente y grotesca en los rituales fúnebres del caudillo. Además,
siguiendo una regla bien conocida en este continente cuando los militares están
al mando, los gastos de las Fuerzas Armadas han tenido un crecimiento desenfrenado,
lo que se confirma en hechos como que en años recientes el Estado venezolano ha
sido el principal comprador de armamentos en América Latina. Para una reseña
amplia en referencia a la militarización de la política y la sociedad
venezolana, ver http://www.wri-irg.org/search/node/Venezuela.
Hugo Chávez entra en los libros
de historia dejando una herencia visible en la vida diaria de este país: inflación
desbocada, creciente desempleo y precariedad ocupacional, sucesivas devaluaciones
monetarias, espantosa inseguridad personal, crisis en los servicios públicos,
educación y salud por los suelos, falta de viviendas, obras públicas obsoletas
o en ejecución atropellada, atención sólo demagógica para las extremas
carencias de los más necesitados, y un etcétera que no por largo es menos
nefasto. Por obra de sus 14 años de gobierno corrupto, inepto y derrochador,
los venezolanos no tuvimos que esperar un bajón de precios en el mercado
petrolero para que hoy estemos tan mal, pese a lo que quieran creer –y hacernos
creer- quienes ahora lo veneran como ejemplo revolucionario a seguir.
El Libertario (Venezuela)