Luna 05 11 2013
Casi en el mismo día en que 7 activistas sociales habían sido procesados por la justicia, acusados de haber instigado a una “asonada” contra el desplazamiento de la Jueza Motta en febrero último, se levantaron barricadas de fuego en un barrio pobre de Montevideo, Santa Catalina.
El hecho, un hecho que se repite últimamente: el gatillo fácil, la tolerancia cero, el odio al pobre, al joven, la locura de la seguridad …. y tantas cosas más. Un joven trabajador de 19 años fue asesinado por balas policiales, por sospechoso de haber participado en una rapiña.
La indignación no tardó mucho en expresarse, entonces el barrio de Santa Catalina ardió toda la noche y sus calles fueron cortadas; el barrio en definitiva bajo control de sus propios habitantes. La prensa se alborotó, se corrieron muchos rumores y como siempre largaron las letales semillitas de la maldad; como que habían gente de otros lados, que se mezclaba el tema político, y por supuesto lo primero que dijeron es que estos hechos se producían casi con seguridad en respuesta a los 7 activistas procesados ese mismo día.
A medida que pasaban las horas todo se iba aclarando, los vecinos hablan, los jóvenes se plantan en la barricadas. ¿Qué pasa con el gobierno, qué con los políticos? El pánico se apodera de los gobernantes y hacen un llamado a ¡¡resolver las cosas en paz!! El presidente no dice nada o dice mucho. “que siempre pasan esas cosas”; que “¡sí la policía se pasó de la raya”!
Es evidente que el incendio había que apagarlo cuanto antes, so pena de ver a otros barrios en furia por causa de los procedimientos policiales que debemos traducir en “atropellos”. El llamado a la paz por parte de los gobernantes, se entiende en el sentido de que un llamado a la paz se hace cuando hay una guerra. ¿De que orden es la guerra interna que tenemos en Uruguay?
Aparece claro que estamos asistiendo a una guerra social declarada por un sistema que a la par de producir cuantiosas ganancias para unos poco, produce pobreza, marginación y exclusión para la mayoría. Los garantes de este caos son los políticos y sus cuerpos represivos.
En Santa Catalina, como en otros barrios de Montevideo, se vienen hostigando a sus pobladores por operativos policiales violentos, que hace pocas semanas ya habían actuado reprimiendo a un grupo de jóvenes de ese barrio. En esa oportunidad también el señor ministro Bonomi admitió los “desbordes” policiales, como ahora admite que el joven de Santa Catalina “murió” por balas policiales; en realidad debería haber dicho que un joven de 16 años en Santa Catalina “fue asesinado por la policía”.
El proceso actual de la economía mundial a diseñado en casi todas partes del mundo las ciudades “inclusivas” dentro de las cuales no hay espacio para esos “otros” diferentes que se ven expulsados por la gran fábrica de la exclusión capitalista. Del campo a la ciudad, del centro a la periferia; que no cesa de crecer hasta borronear los límites del adentro y el afuera.
¿Qué pasa? los de afuera rodean a los de adentro, las tensiones aumentan.
Esto es lo que tenemos; gente por doquier que ha perdido su dignidad, que son los “nadies”, estigmatizados por pobres o por jóvenes o por lo que sea . Ayer la rebelión en Santa Catalina no fue una rebelión vacía , emergió la palabra, se mostró un camino; el fuego marcó una territorialidad, fue un ejercicio del poder popular buscando ser otra cosa que seres humillados. ¿Corta? ¿Efímera?..
Quien sabe, pero no vacía; allí se escucharon voces y hubieron carteles sí, políticos como debe ser, que muestran y denuncian, hubo mucho dolor y mucha rabia. Por eso, habrá justicia porque se plantaron con su dignidad. Expresamos nuestra más profunda tristeza por el asesinato de Sergio Lemos, así como también enviamos un mensaje de reconocimiento a la solidaridad de los jóvenes y los vecinos del barrio Santa Catalina.
Queremos dejarles para la reflexión de todos, un fragmento de un artículo de “La ciudad y el anonimato”, texto de Santiago López Petit, Profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona
“Bárbaros son los que abren espacios del anonimato e interrumpen la movilización global que llamamos vida. Con el fuego, con el silencio, con gestos radicales que aún están por inventar. Se trata siempre de hacer frente a una misma humillación.
Pero los espacios del anonimato no son un espacio de aparición “donde yo aparezco ante otros como otros ante mí”, son agujeros en el espacio público, son agujeros negros en los que el poder no puede asomarse. La nueva cuestión social ha inutilizado la tríada “ciudadanía – espacio público – ciudad fundamento de la política democrática”.
La tríada “interioridad común – fuerza del anonimato - espacios del anonimato” que vendría a sustituirla muestra la verdad de “lo democrático”, así como los límites de las luchas en el interior del marco del derecho. Los bárbaros no están ni dentro ni fuera.
Rodean la ciudad porque están en todas partes. Como los graffitis que una y otra vez ensucian las paredes por más que se limpien. La fuerza del anonimato subvierte la idea misma de política: la política se convierte en crítica de la política.”