Han transcurrido más de tres años desde que editamos la primera edición de este libro. Pese a que las posiciones defendidas en el mismo, y evidentemente nuestras posiciones en general, siguen siendo hoy totalmente minoritarias y defendidas a contracorriente, hemos podido centralizar en torno a esta obra toda una serie de discusiones y profundizaciones programáticas entre compañeros de diversas partes del mundo que consideramos fundamentales. Toda esta actividad ha servido ante todo para poner en el centro de la polémica las tareas de la revolución social y la necesidad vital de asumirlas juntos. Algo sin duda a remarcar en esta época que vivimos donde sigue dominando la delegación, el individualismo y el espectáculo. Como parte y resultado de todo este proceso, el libro se ha editado en varios lugares del mundo, se ha terminado recientemente la edición francesa, se encuentran en plena elaboración la edición inglesa y la alemana, y hay perspectivas de nuevas traducciones y ediciones. Por supuesto, la importancia de subrayar todo esto no es otra que impulsar esa dinámica que aporta oxígeno y vida a nuestra comunidad de lucha frente a la muerte cotidiana que reproduce esta sociedad.
Es un llamado a asumir los materiales de nuestra clase como parte inseparable de la praxis revolucionaria, una denuncia al consumismo que convierte a estos materiales en mercancía destruyéndolos como expresión de nuestra comunidad de lucha, una reivindicación a tomar la iniciativa y romper con el rol del mero lector-espectador. En cuanto al contenido específico del libro, las diferentes discusiones desarrolladas han ido generado aportes, apreciaciones y críticas. Como siempre hemos defendido, todos los textos de nuestra clase son borradores inacabados, que se van profundizando, mejorando, y asumiendo en la misma lucha y discusión compañera. En consecuencia, siempre que reeditamos alguno de nuestros materiales, o cuando lo editamos en un nuevo idioma, no perdemos la oportunidad de incorporar aportes cualitativos allí donde la discusión los ha generado, ya sea en el mismo texto o en forma de notas, anexos o nuevas presentaciones.
En el mismo proceso de publicación de este libro ya se generaron discusiones con compañeros a los que hicimos llegar el borrador del mismo. Algunas generaron críticas y aportes que fueron incluidos directamente en el texto en su primera edición. Otras, con las que estábamos en desacuerdo, decidimos que era necesario responderlas en el mismo libro, ya que percibíamos que iban a reproducirse. De ahí la decisión de incorporar desde esa primera edición dos apéndices finales con ciertas aclaraciones.
En este sentido, no nos ha extrañado que las críticas que más se han ido repitiendo desde ciertos ámbitos que se reivindican del insurreccionalismo, en su gran mayoría verbalmente (1), estén ya contempladas en dichos apéndices. Insistimos por ello en la importancia que le damos a los mismos y emplazamos a su lectura.
Por supuesto han existido también toda una serie de reacciones que impiden la discusión al centrar el foco en aspectos totalmente secundarios. Un tono demasiado severo, un uso totalmente a contracorriente de algunas categorías como clase, socialdemocracia o ideología, resultan suficientes para desestimar toda crítica. Ese es el nivel de entendimiento que se da hoy entre muchos proletarios en lucha. No han sido pocos los que han manifestado no haber abierto el libro ya que «el insurrecionalismo no sería una ideología», o no haber pasado las primeras páginas por decir que «la lógica de conjunto de todas las concepciones insurreccionalistas parten de las ideas de ese partido de la contrarrevolución que es la socialdemocracia para comprender el mundo de la mercancía, y sobre todo para comprender su destrucción», o rechazar de lleno toda crítica que se realice en un lenguaje militante que ellos tildan de «marxista»La sorpresa, o no tanto, es que al discutir con muchos de estos compañeros descubrimos que no había una preocupación por comprender el contenido de la crítica, sino que bastaba con señalar aspectos terminológicos para rechazarla.
Es una discusión al interior del proletariado, de nuestra comunidad de lucha, para superar las debilidades que portamos. Cuando hablamos de anarquía o comunismo no hablamos de ideologías, estamos hablando del movimiento real de lucha contra el capital y el Estado, de la destrucción de esta sociedad, así como también del resultado de dicha destrucción. Hay una incomprensión total de lo que significa ideología, incluso entre muchos de los que dicen rechazarla. Para los revolucionarios la lucha contra la ideología, como falsa concepción de la realidad, es una cuestión fundamental. La ideología no es, como nos quieren hacer creer, una serie de ideas, o una teoría, la ideología es la transformación de un conjunto de ideas en fuerza material que sustituye la verdadera percepción humana y trastoca su práctica. El ser humano ideologizado, en lugar de percibir directamente la realidad, la interpreta por medio de la ideología particular que le domina. En lugar de utilizar los criterios de la praxis para comprender el mundo, utiliza ideas aisladas.
En el mundo real es la propia actividad real la que determina las ideas, en el ideológico son las ideas las que quieren determinar la realidad. Esa es la esencia de la ideología. No es otro nuestro criterio para definir y criticar la ideología insurreccionalista.
Es decir, esos compañeros, todavía bajo la etiqueta insurreccionalista, están ya realizando una crítica práctica de esa ideología, están ya siendo impulsados por la propia comunidad de lucha de la que son parte a mandar a la basura las ideas y prácticas fundamentales de esa falsa concepción de la realidad y de la lucha, están ya siendo impulsados por sus propios intereses a luchar por la insurrección proletaria.»
No es este el lugar para profundizar en la crítica al gestionismo que en los últimos años, ante la creciente catástrofe capitalista, ha ido tomando cada vez más fuerza como alternativa burguesa para el proletariado. Sintéticamente podríamos definirlo como la gestión de la sociedad existente por parte del proletariado (sea como objetivo, como medio de lucha o ambas cuestiones) sin comprender la profunda necesidad de su destrucción revolucionaria. Por eso, a todos aquellos que piensan que debemos ofrecer propuestas concretas, alternativas, crear contrapoderes, soluciones inmediatistas a los problemas, les decimos una vez más, que la única alternativa real es la organización para la destrucción de esta sociedad y que toda otra propuesta de transformación social es idealista y reaccionaria.
La ideología, justamente, ha sido la gran barrera para profundizar en la discusión con algunos de esos compañeros. Para nosotros, nunca se trató de criticar una ideología para oponerle otra, sino de la defensa de las posiciones revolucionarias en la lucha a muerte contra el capital y el Estado. La discusión militante sólo puede darse sobre esa base, no encerrada en tal familia ideológica o ubicando dentro de otra todo lo que suene diferente. Una vez más, repetimos que no se trata de un debate al interior del anarquismo, ni mucho menos una crítica marxista (o de alguna de sus múltiples familias ideológicas -leninista, trotskista, bordiguista...) a una expresión del anarquismo.
Cuando la realidad material exige al proletariado la cristalización de estructuras permanentes y formales, y en lugar de captar esa realidad y materializar esa necesidad, se la niega en base a «la idea» de que todo lo formal y permanente contiene el peligro inminente de la contrarrevolución, del que lo informal y circunstancial estaría exento; cuando toda una serie de tareas determinadas por la revolución son desechadas y ridiculizadas pues «la idea» dice que se trata de hacer esto y lo otro a pesar de la eminente realidad; cuando la existencia terrenal del proletariado y la burguesía es omitida porque no puede ser abordada desde el marco conceptual de «la idea»; cuando se parte no del sujeto colectivo, sino del individuo autónomo y sus ideas -y se quiere hacer creer que este individuo existió siempre-, cuando a la insurrección se le despoja de sus principales características, cuando todo es comprendido por la mediación de «la idea»... estamos en el terreno de la ideología, donde «la idea» acaba dirigiendo toda la práctica. Éstas y otras cuestiones particulares, que son desarrolladas en nuestro texto, conforman la ideología insurreccionalista que desplaza las necesidades reales de la revolución por criterios ideológicos que algunos confunden con tácticas o métodos.
El rechazo y contraposición que se hace respecto a ciertas necesidades de la lucha es destructivo para la revolución. Claro que como decimos en el epílogo no podemos olvidar que: «Esto no significa, y no nos cansaremos de repetirlo, que muchos de los proletarios que se reivindican de tal ideología, como algunos compañeros que se autodenominan insurreccionalistas, en realidad no estén luchando a nuestro lado, codo con codo, asumiendo la lucha por la abolición del capitalismo. Porque como decíamos durante el texto «no es lo que dicen, sino lo que hacen», porque muchos de esos proletarios realizan, en su propia práctica, una ruptura con las concepciones de la ideología que dicen defender.
Así, por ejemplo, muchos compañeros que se reivindican del insurreccionalismo participan en el impulso de estructuras que nada tienen que ver con el informalismo, otros son un factor importante en la reivindicación del proletariado como sujeto histórico de la revolución, otros asumen una diversidad de tareas que desborda el marco especializado del insurreccionalismo...
Y unas líneas más adelante proseguimos: «Es verdad que todas las expresiones de la comunidad de lucha tienen/tenemos debilidades, grietas por donde entran ciertas ideologías. Es la brecha por la que se cuela la contrarrevolución. Por eso es fundamental luchar contra todas esas debilidades, contra todas las ideologías que se reproducen en nuestro terreno. No hay otra forma de librarse de la influencia de nuestro enemigo, no hay otra forma de llegar a adquirir la fuerza revolucionaria necesaria para derrumbar este mundo inhumano.» Si toda esta cuestión sobre la ideología adquiere una gran importancia, no es menos relevante la incomprensión que hoy existe entorno a la socialdemocracia como partido histórico de la contrarrevolución. De ahí que la relación entre ideología socialdemócrata e «insurreccionalismo» haya escandalizado a tantos. No se comprende que es a través del conjunto de todas las no rupturas con la socialdemocracia, que tratamos de explicar en nuestra crítica, como se materializa la ideología insurreccionalista.
Así es, pese a la contraposición que el «insurreccionalismo» afirma respecto al parlamentarismo, sindicalismo, etapismo..., contraposiciones que evidentemente son expresiones de la lucha histórica del proletariado, la no ruptura con ciertas concepciones fundamentales de la socialdemocracia no hará sino cristalizar esta ideología. Su concepción de las clases, de la organización, del individuo, de la insurrección, del qué hacer... se basa en la ideología de ese partido de la contrarrevolución. Y es lo que a lo largo de las páginas de este libro tratamos de poner de relieve. Antes de cerrar esta pequeña presentación queremos agregar una última cuestión de cierta importancia en estos tiempos que corren. Así como nuestra crítica al «insurreccionalismo» se contrapone y delimita de la crítica que le hace el pacifismo, también se contrapone de la que le realizada el gestionismo.
En ese sentido, la ideología insurreccionalista reivindica ser partidaria de la destrucción, y ese aspecto destructivo nosotros siempre lo reivindicaremos. Pero esa destrucción, esa negación, en tanto que demolición del orden social existente, sólo se abre paso afirmando al mismo tiempo nuestra comunidad de lucha proletaria, impulsando el asociacionismo, precisando qué necesitamos destruir y cómo hacerlo, comprendiendo las tareas de los revolucionarios en cada momento para la destrucción de esta sociedad. Todos nuestros esfuerzos van en ese sentido.
Febrero de 2016
CRÍTICA DE LA IDEOLOGÍA INSURRECCIONALISTA
Proletarios Internacionalistas